Trump y la promesa de paz

19 de Febrero de 2025

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

Trump y la promesa de paz

Julieta Mendoza - columna

En el tablero internacional de tensiones y conflictos, una declaración del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, puede generar atención mediática, suspicacia y polarización (y no me refiero solamente a las que tienen que ver con los aranceles).

Recientemente, el mandatario aseguró que pondrá fin a la devastadora guerra entre Rusia y Ucrania. Esta afirmación, audaz y provocativa, tiene ecos de promesas mesiánicas, pero también plantea interrogantes sobre su viabilidad e implicaciones.

Desde febrero de 2022, cuando las tropas del presidente ruso Vladímir Putin cruzaron la frontera ucraniana, el mundo ha sido testigo de una guerra capaz de transformar el paisaje geopolítico. Decenas de miles de vidas se han perdido, millones de personas han sido desplazadas y las relaciones internacionales han sido sometidas a una prueba de fuego.

Ucrania, respaldada por Estados Unidos 
y la Unión Europea, ha resistido con admirable tenacidad, mientras que Rusia ha usado el conflicto para “reafirmar” su poder frente a Occidente.

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Y es en este complejo escenario, a casi un mes de haber comenzado su segunda presidencia, que el republicano irrumpe en una rueda de prensa, con su característica contundencia: “Resolveré este conflicto antes de cumplir los primeros cien días”.

Su estilo directo y su ”reputación” como un negociador impredecible alimentan especulaciones sobre sus métodos. Sin embargo, vale la pena preguntarnos si esta promesa tiene fundamentos genuinos o solo responde a un cálculo político diseñado para reforzar su imagen de líder mundial.

Recordemos que la guerra en Ucrania no solamente es un conflicto armado a consecuencia de una disputa territorial; representa una lucha entre visiones opuestas del orden mundial y un enfrentamiento de valores y estrategias.

Para Rusia, cualquier acuerdo sin concesiones significativas sería percibido como una derrota humillante. Para Ucrania, ceder territorio equivaldría a traicionar la soberanía por la que tanto han luchado.

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Trump, quien ya sostuvo conversaciones con Vladímir Putin y Volodymyr Zelensky, se enfrenta a un terreno minado. Aunque recibió críticas por su enfoque aislacionista durante su primer mandato, también ha mostrado habilidades para negociar acuerdos fuera de los moldes tradicionales.

Pero resolver un conflicto de esta magnitud requerirá más que declaraciones grandilocuentes. Exigirá soluciones integrales que respeten las complejidades históricas y políticas en juego.

Desde antes de llegar a la Casa Blanca por segunda ocasión, el presidente estadunidense crítico ferozmente a su predecesor, Joe Biden, a quien culpa de haber proyectado debilidad frente a Rusia.

Según Donald Trump, su liderazgo habría disuadido a Putin de emprender la invasión, un argumento que utiliza para reforzar su imagen de líder fuerte y resolutivo.


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En tanto, de las conversaciones telefónicas que sostuvo tanto con Putin como con Zelensky, sobresale que mientras el mandatario ruso accedió a iniciar negociaciones preliminares, el ucraniano dejó claro que su país no aceptará ningún acuerdo que excluya su participación directa en el proceso.

Las reacciones en torno a la insistencia de lograr el fin de la guerra en Ucrania vía Estados Unidos, han sido cautelosas. Algunos analistas valoran la “iniciativa trumpiana” como uno de los objetivos primordiales para su política exterior. Otros lo ven sólo como un reforzamiento mediático, y otros más como un ejercicio necesario para evitar que el país siga “derrochado miles de millones de dólares del erario público en asistir militarmente a Kiev, que no ha podido hacer frente al poderío militar ruso”. (France 24)

Pero más allá de las especulaciones, la guerra en Ucrania es un recordatorio brutal de que los conflictos modernos no ofrecen salidas sencillas. La narrativa de Trump, aunque atractiva para quienes anhelan un pronto final al derramamiento de sangre, simplifica una realidad profundamente arraigada en décadas de tensiones y rivalidades.

La promesa de paz subraya la necesidad de líderes dispuestos a tomar riesgos, pero también pone en evidencia los peligros de la improvisación en un contexto tan delicado.

La resolución de este conflicto no solo dependerá de los acuerdos políticos, sino de una profunda comprensión de las heridas abiertas que deja la guerra.