Las últimas semanas se ha visto de forma nítida la importancia que tiene la política norteamericana en las decisiones de Estado tomadas desde Palacio Nacional. Lo que alcanzamos a ver, en el tiempo en el que Trump ha concentrado toda la atención política de su país, es que las acciones de seguridad pública y la proyección que se busca respecto de la efectividad en el combate al narcotráfico mexicano se han distanciado mucho de lo que vimos durante 6 años con Andrés Manuel López Obrador. Estos días el gobierno ha utilizado fórmulas que sabemos que gustan en Estados Unidos: Generar un secretario de seguridad fuerte, incautar un decomiso histórico de fentanilo y realizar operativos vistosos para combatir la venta de productos chinos ilegales, porque su distribución afecta al TMEC.
La existencia de un potencial distanciamiento de nuestro socio comercial y vecino del norte han revelado que esa relación es suficientemente valiosa como para modificar las dinámicas de la política mexicana y que esta nueva coyuntura es una en la que la presidenta tiene un control más firme en comparación con las demás presentes en el panorama nacional.
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El tema de la llegada de Trump a la presidencia y sus amenazas respecto de migración y una posible “invasión blanda” a suelo mexicano le han permitido a Claudia Sheinbaum un margen de maniobra que en realidad lo que busca quizá es cercanía con un potencial aliado político y ha disminuido la importancia de las fuerzas políticas ajenas a su control en el interior de Morena.
Así, con el control institucional de la relación con Estados Unidos y con el apoyo incondicional de su secretario de seguridad ciudadana, Omar García Harfuch, la presidenta está sacando la mejor rajada política de la situación, fortaleciendo a su círculo, a la vez que evita los descalabros que, por ejemplo, Trudeau sí ha sufrido en su forma de reaccionar ante Donald Trump.
Sin embargo, vale la pena recalcar que más allá de la coyuntura, existen varias cuestiones de fondo que pueden fortalecer su posición que pudiera muy bien aprovechar, por ejemplo, el acercamiento con potenciales aliados que estén cerca de Trump para asegurar canales de comunicación cercanos que sean relevantes para el mandatario estadounidense en un sentido más personal.
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Por su parte, la cuestión de la relación bilateral con Estados Unidos tiene más peso hoy que durante ningún otro sexenio de los últimos 30 años por la integración de las economías, por los temas que se convirtieron en parte de la agenda política electoral de Estados Unidos que impactan en México, por la revisión del TMEC y por la realización del Mundial 2026 de forma trinacional con Estados Unidos y Canadá.
En ese orden de ideas, la relevancia de los temas relacionados a Estados Unidos será permanente a lo largo del sexenio, lo que puede resultar muy favorable para la presidenta si logra hacer buenos aliados en el gobierno que entrará en enero de 2025 en EUA.