Como cualquier usuario de internet, estoy harto del clickbait. Es más, diría que ya ni siquiera funciona. Cuando entro a una nota con un titular llamativo, leo el primer párrafo y, muchas veces, ya estoy fuera. Pero quizá eso es justo lo que buscan los sitios, redes sociales e incluso portales noticiosos: capturar tu clic, aunque solo te quedes unos segundos.
A mis casi 40 años, soy un milenial que, con algo de nostalgia, puede decir que ha recorrido casi todas las plataformas digitales. Me conecté por teléfono, usé Geocities, tuve correos de yahoo.com, hotmail y gmail. Navegué por MySpace y Facebook en sus mejores años. Twitter —hoy X— me inspiró y me decepcionó por igual, he sido seducido por los videos cortos y virales de TikTok. En resumen: no necesito que me cuenten la historia del internet, yo la viví.
Sin embargo, hay algo de lo que no era plenamente consciente hasta hace poco: la evolución del clickbait. Ese tipo de titulares que prometen mucho, dicen poco y al final te dejan preguntándote “¿qué tiene que ver esto con el título?”. Aunque su definición técnica es más compleja, todos sabemos reconocerlo cuando lo vemos.
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Lo interesante es que esta práctica ha cambiado. Ya no es exclusiva de videos de YouTube o portales de noticias sensacionalistas. Hoy, incluso los medios más prestigiosos han adoptado ciertos rasgos del clickbait. Titulares con preguntas, estructuras más largas o apelaciones a la curiosidad ahora aparecen también en lugares como el New York Times. Y no lo digo solo yo: lo respalda un estudio reciente publicado en la revista Nature.
Durante mucho tiempo pensamos que los medios de calidad se alejaban del sensacionalismo. Pero los datos muestran otra realidad: también se han subido a la ola. Titulares extensos, intrigantes, cargados de emoción o con un tono negativo se han vuelto comunes. ¿Por qué? Porque funcionan. Llaman la atención, despiertan el interés, generan clics. Y en una economía donde la atención es uno de los bienes más valiosos, eso tiene un peso enorme.
De hecho, muchos medios ya aplican estrategias propias del marketing digital, como pruebas A/B para decidir qué titular funciona mejor o el uso deliberado de palabras con carga emocional.
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Entonces, la gran pregunta es: ¿se puede hacer periodismo serio y riguroso sin renunciar a un titular atractivo? Creo que sí. No están peleados. Tal vez el problema no sea el clickbait en sí, sino cuando se usa para vender algo que el contenido no cumple. Es decir, el problema no es atraer con un buen titular, sino defraudar una vez que el lector entra.
Quizá no estamos cerca del edén informativo, pero sí podemos aspirar a un ecosistema donde se combinen la creatividad en los titulares con la profundidad del contenido. La narrativa digital nos permite explorar formatos más libres —ya no dependemos del espacio físico del papel—, así que, ¿por qué limitar el lenguaje de los titulares si podemos usarlos con inteligencia?
El reto está en encontrar el equilibrio: enganchar sin engañar.