Quien alguna vez fue considerado un Tony Stark de la vida real ahora se ha convertido en el Doctor Doom del siglo XXI. Desde que Elon Musk compró la red social conocida como Twitter, ha realizado toda clase de cambios y ha coqueteado con el autoritarismo de diversas formas. Ya sea accediendo a peticiones de censura de países como Hungría o India, participando en eventos de la extrema derecha en elecciones alemanas o atacando a Wikipedia, el cuestionamiento persiste: ¿qué está pasando con Elon Musk?
Es importante establecer que Musk, el hombre más rico del mundo, ha sabido utilizar sus recursos personales y familiares para amasar una fortuna que difícilmente puede concebir una persona promedio. Sin embargo, en los últimos años ha pasado de ser un actor empresarial a un participante activo en la política global, alineándose con gobiernos y movimientos autoritarios, como Viktor Orban en Hungría o Mudi en India.
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Este fenómeno no debería sorprendernos del todo. La incursión de magnates de Silicon Valley en la política de Estados Unidos y el mundo ha sido una tendencia creciente. No obstante, lo preocupante es que, más allá de participar, parecen querer erigirse como guardianes de la información a nivel global.
Para quienes creemos en los sistemas democráticos, donde la libertad es fundamental para la construcción de proyectos de vida y donde los derechos humanos y las leyes sirven para limitar el poder de los gobiernos, la concentración de poder económico y político en manos de unos pocos es motivo de desconfianza. Cuando individuos como Musk amasan un dominio tan amplio sobre la infraestructura digital y el flujo de información, la pregunta ya no es solo sobre su ideología personal, sino sobre el impacto que sus decisiones tienen en la democracia y en la libertad de expresión.
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Ejemplos de los embates de Musk hay muchos: desde sus ataques al gobierno británico, el uso del sistema judicial estadounidense para silenciar a críticos o sus intentos de deslegitimar plataformas de acceso a información como Wikipedia. El patrón es claro: quien critique a Musk se convierte en su enemigo.
¿Qué nos queda en un escenario como este? El líder opositor ruso Vladimir Kara-Murza ha hecho un llamado a las big tech, como Apple, para que no cierren los espacios digitales de libertad de información en Rusia y el resto del mundo. En el siglo XXI, la lucha contra los regímenes autoritarios —como los de Irán o el de Vladimir Putin— no se libra principalmente con armas, sino con información. Es por eso que dictadores como Nicolás Maduro temen tanto la libertad de expresión: porque es a través de ella que los pueblos pueden cambiar el rumbo de una nación.
Debemos apostar por el acceso a información de calidad, la verificación de datos y el periodismo independiente como herramientas fundamentales en las luchas democráticas. Son estos mecanismos los que avivan el fuego de la libertad en sociedades subyugadas por dictaduras y mantienen la luz de la democracia.