T-MEC: ¿en la cuerda floja?

8 de Abril de 2025

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

T-MEC: ¿en la cuerda floja?

Julieta Mendoza - columna

El “Día de la Liberación” en Estados Unidos marcó el regreso de Donald Trump al proteccionismo extremo, desatando un tsunami comercial que sacudió los mercados globales. Bajo la consigna de “América Primero”, la Casa Blanca impuso aranceles del 10% a todas las importaciones y castigó con tarifas más severas a más de 60 países, a los que acusa de décadas de abuso comercial.

En medio de este huracán, nuestro país y Canadá parecen haber encontrado refugio bajo el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), el instrumento comercial que cedió a la integración económica de Norteamérica. Pero la gran pregunta es inevitable: ¿puede este acuerdo sobrevivir a la nueva embestida trumpista?

Técnicamente, el T-MEC sigue vigente. Sus cláusulas son vinculantes y su próxima revisión está programada para 2026. Sin embargo, Trump ha demostrado que los tratados no lo intimidan ni lo restringen. Ya lo hizo en su primera etapa, aplicando aranceles a productos mexicanos con el pretexto de la “seguridad nacional”, un atajo legal.

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De paso, el repúblicano no perdió la oportunidad de declarar que es “el peor acuerdo comercial jamás firmado”. Los más optimistas interpretan que se refería al TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y no a su sucesor, el T-MEC. Sin embargo, la ambigüedad de sus palabras deja abierta la duda.

Ahora, su administración ha exentado de impuestos solo a los productos que cumplen con las reglas del tratado. Todo lo demás, incluidas exportaciones clave como el sector automotriz, el acero y el aluminio, pagará hasta un 25% de arancel.

En este escenario, México enfrenta un dilema: negociar con el presidente Donald Trump sin ceder demasiado, o prepararse para una eventual guerra comercial que podría trastocar su estabilidad económica.

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Para contrarrestar el golpe, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó 18 programas de acción dentro del llamado “Plan México”, una estrategia que busca fortalecer la autosuficiencia alimentaria, la soberanía energética y eléctrica, la diversificación de exportaciones y el blindaje económico.

Es una maniobra inteligente, pero no exenta de desafíos. Nuestro país envía más del 80% de sus exportaciones a Estados Unidos. Cualquier interrupción en ese flujo afectaría el empleo, la inversión y la estabilidad financiera.

El éxito del plan dependerá de su capacidad para ejecutarse rápidamente y de la habilidad diplomática del gobierno federal para maniobrar entre la firmeza y la pragmática negociación con su principal socio comercial.

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Canadá, mientras tanto, observa con cautela. Su relación con Trump ha sido tensa y podría deteriorarse aún más. Si el mantra de “Estados Unidos primero” se convierte en política oficial sin un verdadero compromiso con la integración regional, el T-MEC podría entrar en una etapa de debilitamiento político, aunque legalmente siga en pie.

Paradójicamente, el mayor obstáculo para Trump podría venir desde su propia casa: los sectores industriales estadounidenses, beneficiados por el libre comercio con México y Canadá, podrían presionar para moderar su política arancelaria. La industria automotriz, la agricultura y la tecnología dependen de una cadena de suministro trilateral que no pueden reconstruir de la noche a la mañana.

Por ahora, el T-MEC está en pie, pero no intacto. Y aunque no ha sido formalmente vulnerado, la amenaza está latente. El reto para México será navegar esta tormenta sin perder el rumbo de la integración, mientras construye alternativas reales de desarrollo. La región está en vilo y el futuro del tratado pende, una vez más, del capricho del inquilino de la Casa Blanca.

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