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ER. TIEMPO: ¿Por qué se arrepintió? Durante mucho tiempo, las largas temporadas de silencio del magnate Carlos Slim provocaban que, cada vez que se anunciaba que daría una conferencia de prensa, el país aguantara el respiro. Miles de millones de dólares de fortuna y su lugar permanente en las selectas listas de las personas más ricas del mundo le inyectaban indudablemente el combustible. Por eso, cuando convocó a los periodistas para una nueva plática la semana pasada, despertó altas expectativas. Pero no como antes, sino porque se esperaba que Slim respondiera al supermagnate Elon Musk, quien el 23 de enero compartió en su cuenta de X un mensaje del medio digital Wall Street Mav. En dicho mensaje, a propósito de una noticia en The New York Times sobre cómo las empresas extranjeras con negocios en México podrían resultar afectadas si Estados Unidos declaraba terroristas a los cárteles mexicanos, se afirmaba que “se sabe que (Slim) tiene vínculos importantes con los cárteles de las drogas en México”. Musk simplemente lo reenvió con un emoji de duda-sospecha. En 72 horas, el mensaje compartido llevaba 29 millones de visualizaciones en la cuenta de Musk, pero llegaba a casi 50 millones en la de Wall Street Mav… en sólo un día. El silencio de Slim permitió que los dos mensajes siguieran rodando. Wall Street Mav afirmó que Slim, “un multimillonario mexicano con una fortuna de más de 70 mil millones de dólares, es el mayor accionista de acciones que cotizan en bolsa en The New York Times”, un periódico que, especuló, sabe con quién están conectados sus dueños y está impulsando la narrativa que apoya los intereses comerciales de Slim y sus socios. Slim sí tiene un paquete de acciones que adquirió sin haberlo planeado en 2009, cuando tuvo que esperar a un amigo en el bar de un hotel en Nueva York. Su amigo explicó que había tardado porque estaba viendo cómo ayudar al New York Times a conseguir un crédito, pues atravesaba una crisis financiera muy profunda. Slim le preguntó cuánto necesitaban y, como suele hacerlo, hizo unas rápidas operaciones en su reloj. “Yo los fondeo”, dijo, y les prestó 250 millones de dólares a una tasa de interés del 14 por ciento. “Ha sido el mejor negocio de mi vida”, dijo en ese entonces Slim, quien en 2017 duplicó el número de acciones que tenía en el diario. Sus acciones, sin embargo, no tienen control alguno sobre las políticas editoriales, que están en manos de la familia Sulzberger desde 1893, pero Wall Street Mav y Musk los metieron en la misma bolsa. Su conferencia fue anticlimática. Lo mismo de siempre, el mismo ataque a Bill Gates. Nada nuevo ni profundo. Su única respuesta a Musk fue apostarle un dólar a que no llegarían sus naves espaciales a Marte en 2028, como prometió. Musk respondió con un video en su cuenta de X que comenzaba con un saludo: “Bienvenido a Marte”.
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DO. TIEMPO: Un arranque de furia. No es que tenga un temperamento de atole, pero Carlos Slim, la 14.ª persona más rica del mundo, tampoco suele expresar su furia en público, como lo hizo hace unos días cuando, en una conferencia de prensa, le preguntaron su opinión sobre lo expuesto por los economistas Daron Acemoglu y James Robinson en su muy leído libro Por qué fracasan los países, donde lo ponen como ejemplo del “capitalismo de amigos”. Slim explotó y perdió la compostura. “Son unos estúpidos”, respondió. “No entienden en realidad qué es lo que ocurrió”. Acemoglu y Robinson están lejos de ser estúpidos. El año pasado recibieron el Premio Nobel de Economía por su trabajo teórico. Su libro, publicado en 2012, señalaba en un capítulo que Slim no había ganado dinero mediante la innovación. “Al principio destacó en negocios bursátiles y en comprar y modernizar empresas que no eran rentables”, escribieron. No era, como Bill Gates —también mencionado en el libro—, producto del talento disruptivo, sino “del capitalismo de amigos tan recurrente en América Latina”. Sin saberlo, Acemoglu y Robinson tocaron el centro de la herida cuando recordaron que “su golpe maestro fue la adquisición de Telmex, el monopolio de telecomunicaciones mexicano que fue privatizado por el presidente Carlos Salinas en 1990”. Slim quiso entrar al tema, pero las frases se le cortaban, conteniéndose para no hablar más de la cuenta. Medio balbuceando, dijo que un empresario de Monterrey les había contado mentiras. Se refería a Javier Garza, hasta el año pasado presidente de Gentor, una de las grandes empresas de Monterrey, que quedó en tercer lugar entre los finalistas en la puja por Telmex. El libro de Acemoglu y Robinson fue revisado tres veces por la editorial Random House ante la insistencia de Jacques Rogozinski, el operador de las privatizaciones en el gobierno salinista, porque los autores sugerían que se le había adjudicado a Slim pese a tener una oferta más baja. La venta de Telmex, que llevó a Slim al terreno de la nueva economía, seguirá siendo controvertida, y las dudas sobre la pureza de la operación no van a desaparecer. Meses antes del concurso, hubo una reunión en Telmex, todavía paraestatal, en donde el equipo de comunicación y los asesores en relaciones públicas recibieron la instrucción de comenzar a trabajar una campaña para preparar a la opinión pública porque en Los Pinos se había tomado la decisión de que la empresa telefónica sería para Telmex y sus socios, France Telecom y Southwestern Bell. Así comenzaba la construcción de una nueva clase empresarial en donde, desde entonces, Slim es su cabeza.
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ER. TIEMPO: El hombre del poder. Es cierto que cuando Carlos Slim se quedó con el control de Telmex a finales de 1990, su familia tenía décadas de tener dinero. Su abuelo compró decenas de propiedades arruinadas durante la Revolución en el primer cuadro de la Ciudad de México, lo que fue el principio de la fortuna familiar. Antes de Telmex, su principal negocio era el inmobiliario, que le dio los recursos para comenzar a comprar empresas en bancarrota, como cigarreras y cerilleras, a las que les hacía ajustes internos draconianos y las volvía rentables en solo meses. Se puede argumentar que fue un invento del presidente Carlos Salinas, quien lo convirtió en la vanguardia de la nueva clase empresarial del neoliberalismo al entregarle la concesión de Telmex, y se empoderó todavía más con el presidente Ernesto Zedillo, que al no regular el negocio de las telecomunicaciones lo volvió billonario. No estuvo cerca de los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón, pero sí del jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando compró, se ha reportado, 400 propiedades en el Centro Histórico. Durante el sexenio de López Obrador, su fortuna creció 70 por ciento. Su riqueza es más de la mitad que la del resto de las 14 personas más ricas de México y equivale a casi la mitad de lo que tienen 64 millones de mexicanos. Parecía que con Claudia Sheinbaum tendría problemas por la tragedia de la Línea 12 del Metro, pero terminaron arreglándose. Ella lo necesita como pilar de credibilidad ante el capital global. Por más de 40 años, Slim ha sido un empresario del gobierno. No le gusta que lo vean así, pero su imagen, aunque respetada, cada vez es más cuestionada.