Cuando parecía encaminarse hacia una mayor claridad, la política mexicana frente a Estados Unidos, la más importante, por mucho, de todas las relaciones internacionales del país, vuelve a empañarse por un nuevo error de cálculo. La designación de Rutilio Escandón como nuevo cónsul de México en Miami es un yerro grave, de dimensiones no consideradas aún, pero que valdría la pena rectificar a la brevedad desde el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, aunque se asuma el costo del mal cálculo inicial.
Rutilio Escandón es un exgobernador de gestión tan deplorable en Chiapas, que dejó todavía más lastimado el ya desgarrado tejido social de una entidad federativa marcada por la desigualdad y el rezago. A eso, que no era poco, una pésima gestión le agregó los componentes de inseguridad y violencia derivadas de la permisividad ante la expansión del crimen organizado, y de agudización de un fenómeno histórico por su condición de frontera: la migración de Centroamérica hacia México y Estados Unidos.
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En el Chiapas de Rutilio Escandón hay dos factores que le dan urticaria a Trump: crimen organizado en control del territorio y migración desordenada y desbordada.
Miami no es el más importante, pero sí es uno de los consulados más importantes de la red mexicana en Estados Unidos, en virtud de la gran cantidad de mexicanos expatriados en Florida. Además, en estos momentos Miami y toda la Florida tienen un valor diferente y estratégico, pues el centro de operaciones de Donald Trump, nada menos que el presidente electo norteamericano más declaradamente antimexicano de la historia, está en Palm Beach, Florida, específicamente en Mar-A-Lago, apenas a unos cuantos kilómetros de Miami.
Trump opera hoy en su club privado de Florida como presidente electo, pero también lo hará muchas veces como presidente en funciones, no solo porque es un millonario lleno de excentricidades, también porque como outsider que es, no confía en prácticamente nada de lo que hay en Washington, que para él representa la vieja política bipartidista corrupta que se considera llamado de demoler.
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Su búnker es también el santuario del presidente electo y creer que la designación ahí de un cónsul mexicano que representa todo lo que a los Estados Unidos de Trump no le gusta del México de hoy, pasaría inadvertida porque hay más mexicanos en Chicago, Nueva York o en Los Ángeles, fue una equivocación grave, otra, que el canciller Juan Ramón de la Fuente, debió advertirle y hacerle ver a la presidenta hasta que comprendiera la dimensión.
Pero hay más. Marco Rubio, el secretario de Estado designado por Trump, también es de Florida, es hijo de inmigrantes cubanos. No solo es un hombre de línea dura, es un abierto anticastrista, antiNicaragua, antiVenezuela y, en general, declarado enemigo de los gobiernos afines al llamado Foro de Sao Paulo. Como responsable de la política exterior norteamericana, Rubio también registró el perfil del cónsul que, para Miami, ha decidido designar el gobierno de Claudia Sheinbaum.
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Para el perfil de negociador duro de Donald Trump, la designación de Rutilio Escandón le viene como anillo al dedo para llamarse ofendido, agredido o provocado, y con ese pretexto endurecer todavía más su posición respecto a México, con el único objetivo que realmente le importa: obtener las mayores concesiones para sus proyectos nacionales, sin considerar el daño de corto, mediano o largo plazo, que pueda causarle al proyecto de integración norteamericana, ni tampoco sus a socios comerciales.
Para un México cuyas posibilidades de crecimiento están atadas a la suerte del T-MEC y, por lo tanto, de los aranceles que Trump decida imponerle o no al país, la designación de Rutilio Escandón es, por lo que el exgobernador representa hoy, un error de grandes dimensiones que todavía se puede corregir, sin necesidad de dejar desprotegido al ex gobernador. Ahí está Cuba, Nicaragua, Venezuela o hasta Colombia, para dotarlo de un exilio dorado si se trata de “protegerlo”, pero si en algún lado Rutilio Escandón puede hacer daño, solo con su nombre y sin necesidad de hacer otra cosa, es justo en el Consulado de Miami.