Creo que a muy pocos sorprendió el proyecto de presupuesto que el gobierno ha presentado a la Cámara de Diputados para su discusión y aprobación. El secretario de Hacienda y Crédito Público ha sido muy claro en sus declaraciones, tanto ante la prensa como ante el Congreso de la Unión.
Según los medios, ha argumentado que “en el año 2025, México y el Gobierno mexicano tomamos una pausa” debido a que el “gasto aumentó muy rápido”. Para el secretario, el paquete económico para el próximo año es realista, tomado en cuenta que considera el crecimiento del Producto Interno Bruto entre un rango de 2 a 3 por ciento. Incluso ha desautorizado a las calificadoras que dicen que cuando mucho alcanzará el 1.5 por ciento. El Banco de México también indica que será de 1.3 por ciento.
Hay un argumento que utiliza el secretario, y es el referente a que no han tomado en cuenta sobre todo las calificadoras, que el cuantioso gasto social realizado y el que se está proyectando es “un consumo que tiene un alto multiplicador de ingreso”. No le falta razón en ello, aunque falta ver si las cuentas le dan.
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Pero lo que no puede decir con todas sus letras, aunque sí entre líneas, es que en el gobierno pasado, particularmente en los dos últimos años, se gastó demasiado, llevando el déficit hasta casi el 6% del PIB. Ese gasto extraordinario está sustentado en las mega obras por todos conocidas: Tren Maya, Refinería Dos Bocas y AIFA fundamentalmente, para las que, sin haber hecho los proyectos ejecutivos correspondientes, asignados con opacidad, se fijaron montos que la realidad ha sobrepasado por mucho y ha sido necesario aportar recursos no considerados.
Lo que es peor, en 2025 habrá que seguir aportando para terminarlas o subsidiarlas, porque difícilmente serán rentables en el corto plazo. Esta es una de las más costosas herencias de un gobierno a otro y, por supuesto, no lo pueden decir porque sería responsabilizar a AMLO.
Simultáneo al asunto del presupuesto, ha surgido una vez más el tema de la reforma fiscal, en el que con frecuencia hemos insistido muchos. Recientemente, la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL), a través de su secretario ejecutivo, pidió al gobierno examinar su actual estrategia fiscal para evitar que el nivel de endeudamiento se prolongue y sea insostenible, según algunos medios de información.
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Desde la semana pasada han aparecido varias notas sobre el “peliagudo tema de la reforma fiscal”, como ha escrito Enrique Quintana en El Financiero, al argumentar que no fue sorpresa que no hubiera nada de él, tan sólo, en el presupuesto, mejoras a los esquemas de fiscalización y un programa de regularización para personas físicas y morales con ingresos inferiores a los 35 millones de pesos. Como bien dice, no serán suficientes para la cantidad de recursos que se necesitan.
Pero el secretario de Hacienda expresó, ante los diputados: “tengo que darle a la presidenta la prioridad de que anuncie una reforma fiscal en el momento que lo crea oportuno”. No pasaron 24 horas para que el coordinador de los diputados de Morena, Ricardo Monreal, dijera con claridad nítida “México necesitará una reforma fiscal”.
La presidenta, en una mañanera posterior indicó que se fortalecerán los esquemas del SAT y Aduanas para incrementar la recaudación y eliminar la evasión; y ha agregado que hay la posibilidad de reformas adicionales y que lo estará trabajando su gobierno en el próximo año.
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Es decir, el tema no está cerrado, y sin duda la presión sobre el mismo se acentuará ante las necesidades de recursos adicionales que les permita reducir en verdad el déficit de 5.9 a 3.9 por ciento.
Además, como hemos mencionado en otras ocasiones ¿quiénes estarían en contra de que se cobre más impuestos a los que ganan más? Esperemos estar cada día más cerca.