Las nuevas restricciones a las estancias cortas en plataformas como Airbnb en la Ciudad de México no solo generarán una afectación a los anfitriones que buscan un ingreso adicional, sino que se trata un golpe directo a las opciones que tienen los turistas, tanto locales como extranjeros, que deciden visitar la capital del país. Limitar el número de noches que una propiedad puede estar disponible para alquiler de corta estancia es una medida que, además de ser ineficaz contra la falta de vivienda, generará consecuencias económicas y sociales adversas.
Al restringir estas estancias, se reducirá considerablemente la oferta de alojamiento disponible para los turistas, en particular para aquellos con presupuestos más ajustados o que buscan alternativas al turismo tradicional. Esto no solo afecta a quienes buscan experiencias más auténticas y económicas, sino que también resulta en una competencia desleal, beneficiando injustamente al sector hotelero tradicional. Por supuesto, las grandes cadenas hoteleras no se verán afectadas por este tipo de medidas. En cambio, el impacto recaerá sobre los pequeños anfitriones y negocios locales, que dependen de estas plataformas para subsistir.
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En un escenario donde el turismo tradicional sigue concentrado en las zonas más conocidas de la ciudad, las plataformas como Airbnb se han encargado de impulsar el acceso a zonas turísticas emergentes, fomentando un turismo responsable y repartiendo de mejor forma los beneficios económicos propios del turismo. Limitar estas opciones no solo disminuye las opciones de los viajeros, sino que también reduce el impacto económico positivo que las estancias cortas generan en las comunidades locales.
Por otro lado, cabe señalar que gran parte de los anfitriones dependen de los ingresos que generan a través de Airbnb para completar sus gastos esenciales. Esto resulta más importante si se considera que, en la Ciudad de México, casi la mitad de los anfitriones son mujeres y cerca de 1 de cada 10 son mayores de 60 años. Para muchos hogares vulnerables, esta fuente de ingresos es vital. En lugar de imponer medidas que limiten la operación de miles de hogares y pequeños emprendedores, las autoridades deberían promover un diálogo inclusivo que escuche a todos los actores involucrados. Al final, las medidas restrictivas solo frenan el progreso y aumentan la desigualdad.
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Las estancias cortas no son el enemigo de la ciudad, sino una oportunidad para generar una sana competencia en el sector turístico y así generar un impacto económico positivo que no solo beneficie a las grandes cadenas hoteleras. El verdadero reto está en encontrar soluciones que integren a todos los actores y contribuyan al bienestar colectivo.