Regreso a la casa del Padre

29 de Abril de 2025

Enrique Lazcano
Enrique Lazcano
Periodista con más de 35 años de carrera. Conocido por conducir espacios informativos en Radio y Televisión. Es presidente fundador de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión A.C. Premio México de Periodismo Ricardo Flores Magón 2022.

Regreso a la casa del Padre

Enrique Lazcano

En esta lógica de fe y confianza en el Creador, Jorge Mario Bergoglio murió horas después del Domingo de Resurrección. Aquel porteño, nacido en Flores, Buenos Aires, siempre humilde y sencillo, se convirtió en el sucesor número 266 de San Pedro y jefe del Estado Vaticano.

Bergoglio perteneció a la orden de los jesuitas, de la cual fue líder muy joven en Argentina, en momentos particularmente complicados para el país. Me refiero a aquellos oscuros años de la dictadura militar.

Este hombre, que ya ocupaba un cargo importante en la jerarquía católica, se mantenía como el hombre austero que siempre fue. Seguía desplazándose en transporte público, mostrando así que era un partidario de una Iglesia cercana a los pobres y marginados. El hombre que llegó a San Pedro desde el Cono Sur del continente americano dio muestras de lo que sería su pontificado: nada de ostentaciones ofensivas, nada de privilegios especiales. Hombre de su tiempo, habló del amor al prójimo, pero también del amor a la naturaleza y al medio ambiente.

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Poseedor de un carisma muy particular, Jorge Mario Bergoglio hablaba de la importancia de reír. Hombre de sonrisa fácil, decía que el humor era un privilegio de los seres humanos. Tuve el gusto de conocerlo personalmente durante su visita a México, como también conocí a Juan Pablo II, ambos poseedores de un extraordinario carisma que los hacía muy cercanos a sus fieles. Francisco se va en medio de debates sobre asuntos sustantivos de la Iglesia católica: temas como la posibilidad de sacerdotes casados, mujeres realizando labores sacerdotales, una visión inclusiva de la diversidad sexual, el aborto —que sigue siendo una discusión muy álgida—, entre otros asuntos muy sensibles para el ala más tradicionalista de la Iglesia.

En los próximos días se abrirán las puertas de la Capilla Sixtina. Ahí se celebrará el Cónclave, del que eventualmente saldrá el nuevo líder de la Iglesia fundada por Pedro. La Iglesia no está exenta de manejos políticos y económicos; basta recordar el caso del fraude en el Banco Ambrosiano.

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La política tampoco es ajena a la responsabilidad de ser papa. Algunos de ellos vivieron circunstancias muy delicadas durante su pontificado. Basten dos ejemplos: Pío XII lidió con el gobierno fascista de Benito Mussolini y con el Tercer Reich encabezado por Adolf Hitler. A pesar de una supuesta actitud de complacencia —no comprobada— con estos regímenes, no dejaron de ser momentos difíciles para la Iglesia de Cristo.

Y ni hablar del papa Wojtyla, quien, desde su responsabilidad, pudo articular junto con el presidente Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher la caída del bloque comunista de Europa del Este, la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS.

Más allá de las fronteras entre la realidad y la ficción que pueden desprenderse de las teorías de la conspiración —que ubican casi siempre la muerte de un papa con la llegada del Anticristo—, el próximo vicario de Cristo tendrá la responsabilidad de mantener e incrementar el número de católicos en el mundo, y de conducir a la Iglesia por las aguas recelosas del tercer milenio.

Por lo pronto, queda aguardar el Cónclave y confiar en la sabiduría de los cardenales a la hora de votar por el sucesor del papa Francisco, para que se cumpla de nuevo el rito: ¡Habemus papam!

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