Tiempos de gran transformación (II)

23 de Octubre de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

Tiempos de gran transformación (II)

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El lanzamiento del Pacto por el Futuro durante los últimos días de septiembre, puede parecer un esfuerzo edificante por promover una agenda de transformación global, sin embargo, el momento en que tiene lugar y su contenido dejan muchas dudas sobre sus posibilidades de éxito. Mas bien, parece un nuevo proyecto faraónico de la ONU que carece de margen político para ser implementado con efectividad.

El Pacto tiene como objetivo central relanzar la gobernanza global en un contexto en el que la pandemia demostró que, a pesar de todas las declaraciones de buenas intenciones, la comunidad internacional se movió bajo la lógica del “sálvense quien pueda” antes que por principios de cooperación y responsabilidad común. Ante problemas civilizatorios que demandan acción colectiva efectiva y justa, como el cambio climático, la inteligencia artificial, la crisis migratoria o las guerras en Ucrania y Gaza, es muy discutible que la gobernanza global esté siendo capaz de articular las soluciones plausibles y urgentes que se requieren.

La agenda del Pacto, si bien se compone de temas altamente relevantes, evidencian desesperación por relanzar procesos de toma de decisión y acuerdos a nivel global y de implementación nacional que están marcados por el fracaso, aunque no se quiera reconocer así y la narrativa gire en torno al “hay avances pero hay que hacer esfuerzos adicionales”.

En materia de cambio climático, a casi diez años de la firma del Acuerdo de París, los compromisos nacionales de mitigación siguen siendo insuficientes para evitar aumentos en la temperatura por encima de los 2ºC y, es cada vez más claro, que es imposible alcanzar la meta más importante de los 1.5ºC. De Igual forma, no se han cumplido los compromisos de transferir 100 billones de dólares anuales a países de bajos ingresos y en desarrollo, sin lo cual la transición energética, la adaptación efectiva y la respuesta ante pérdidas y daños representan solo una ficción. El problema es la falta de voluntad de la comunidad internacional para aumentar la ambición y cumplir los compromisos.

En el caso de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, a pesar de que han ocupado un lugar central en la agenda de las Naciones Unidas, también es claro que la mayor parte de las metas no se van a cumplir faltando seis años para el periodo establecido. El problema no es solamente el incumplimiento, sino que se comienzan a reconocer retrocesos importantes y, lo que es muy significativo, la información estadística disponible es inconsistente, incompleta y desactualizada, por lo que en muchos casos no es posible ni siquiera saber con precisión cuál es el nivel de avance real por país. Si los ODS fracasan es porque los países fracasaron en cumplir con los objetivos que ellos mismos se establecieron.

En lo que respecta a la paz y seguridad internacional, lo que ocurre con la guerra en Ucrania y la situación de los bombardeos en Gaza y Libano, demuestran que los instrumentos internacionales para evitar conflictos armados y proteger a la población civil están completamente desbordados. Los debates en el Consejo de Seguridad tal vez permitan establecer equilibrios entre los miembros permanentes con derecho al veto y evitar conflictos frontales mayores, pero es indudable que están contribuyendo muy poco para garantizar condiciones de seguridad internacional, por no señalar la capacidad de la ONU para hacer frente a las crisis migratoria y humanitaria que se desprende de estos conflictos.

Parafraseando a Polanyi, al parecer estamos en un momento marcado por una gran transformación global ante la cual las instituciones internacionales se muestran irrelevantes y los países tienden a no cumplir sus compromisos. Nuestro problema es que los periodos de gran transformación implican reacomodos geopolíticos con altos niveles de turbulencia, incertidumbre y conflictos para los que no estamos preparados y ante los cuales los marcos institucionales existentes resultan obsoletos. El problema del Pacto por el Futuro no es que reconozca que las instituciones globales están rebasadas, lo cual hace, sino que proponga una agenda simultánea de cambio que depende de la transformación completa de la ONU, sus organismos y agencia interrelacionadas como el Banco Mundial, para lo cual no es claro que exista capacidad y disposición. Simplemente la reforma al Consejo de Seguridad abrirá una discusión sobre el veto y la extensión de miembros permanentes que terminará secuestrando y obstaculizando todo lo demás. La paradoja es que urge un cambio drástico en la gobernanza global para hacer frente a amenazas crecientemente complejas, que depende de la voluntad y el compromiso de países que han demostrado que no tienen mucha voluntad y menos disposición a cumplir acuerdos.