Si el 2025 lo comenzamos pidiendo deseos, pareciera que el de más democracia en la región y menos autoritarismo, aquel deseo tan de los años ochenta, se cumplió a medias tintas y deja claroscuros sobre los procesos democráticos que vivimos.
Con varios procesos electorales en juego nuevamente este año (Chile, Argentina, Ecuador, Honduras, entre otros) la región enfrenta sin dudas una crisis de confianza en las instituciones democráticas, con un aumento de la polarización política y de desconfianza en los líderes.
La polarización política sigue creciendo en la región, con un aumento de la tensión entre los partidos políticos y los líderes. Al mismo tiempo, hemos sido testigos del avance de los gobiernos autoritarios, con líderes que han consolidado su poder y restringido las libertades civiles. En los últimos meses de 2024 hemos visto cómo los regímenes de Venezuela y Nicaragua han cerrado aún más el espacio de contestación pública con más detenciones arbitrarias, presos políticos, la persecución sistemática y el encarcelamiento -incluso desaparición- de opositores; se han vuelto moneda corriente.
Lo mismo sigue ocurriendo con Cuba, donde el modelo implantado por Castro y su revolución ha mostrado su completo fracaso, pero la persecución a toda voz disidente sigue en marcha. Mientras tanto, muchos líderes de la región observan impávidos estos sucesos. Lamentablemente, en esa lista son muchos, desde Lula Da Silva a Petro, incluyendo a Boric y a otros exmandatarios como Pepe Mujica de Uruguay o Andrés Manuel López Obrador. Mientras tanto, la España de Pedro Sánchez mantiene un silencio cómplice con estos regímenes.
Según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), solo el 35% de los latinoamericanos está satisfecho con la democracia, en comparación con el 47% de los europeos. La participación política es baja en la región, con una disminución de la participación en las elecciones. En promedio, solo el 50% de los ciudadanos latinoamericanos participan en las elecciones. El índice promedio de democracia en América Latina es de 5,68 puntos sobre 10, lo que indica una disminución en la calidad de la democracia en la región. según el Índice de Democracia de The Economist, la clasificación de los países de América Latina es la siguiente:
- Democracias plenas: Uruguay (8,66 puntos) y Costa Rica (8,29 puntos).
- Democracias deficientes: Chile (7,98 puntos), Panamá (6,91 puntos), Brasil (6,68 puntos), Argentina (6,62 puntos) y Colombia (6,55 puntos).
- Regímenes híbridos: Perú (5,81 puntos), Ecuador (5,41 puntos), México (5,14 puntos), Honduras (4,98 puntos), El Salvador (4,71 puntos), Guatemala (4,47 puntos) y Bolivia (4,20 puntos).
- Regímenes autoritarios: Cuba (2,65 puntos), Venezuela (2,31 puntos) y Nicaragua (2,26 puntos
Por otro lado, la violencia y la inseguridad siguen siendo un problema grave en la región, con un aumento de los índices de homicidio y la delincuencia organizada, así como el narcotráfico y sus extensas redes políticas.
Finalmente, la corrupción es un problema endémico en la región, que erosiona la confianza en las instituciones democráticas. La corrupción se debe en parte a la debilidad de las instituciones democráticas y a la falta de transparencia en la gestión pública, pero también a la impunidad. La absoluta falta de ética en el ejercicio de la gestión pública es una nota común de los gobiernos latinoamericanos de las últimas décadas y, sin dudas, la gran cuenta pendiente de líderes y partidos políticos.