En el marco de la Primera Guerra Mundial se escenificó un acto que, por su naturaleza, quedó grabado en las crónicas de ese episodio oscuro y aterrador, que fue el primer conflicto bélico que involucró a muchas naciones.
El 24 de diciembre de 1914, en el frente occidental, las tropas alemanas y británicas decidieron hacer una tregua no oficial, llevadas solamente por la emoción de ese día. Salieron de sus trincheras y compartieron comida, escudos, cigarros, y terminaron con un juego de futbol.
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Al día siguiente sabían que la estupidez del hombre los volvería a enfrentar a muerte. Queda ese episodio como un ejemplo de la esperanza. Al final, siempre se ha tratado de lo mismo: poner encima de todo el amor.
›Hace 2024 años nació en Belén un hombre que cambió la historia. Nunca tuvo una moneda, no tuvo ejércitos, no tuvo títulos, no escribió nunca, tenía sólo una túnica y montaba un pollino. A través del tiempo se ha tratado de entender el porqué de la trascendencia de Jesucristo. Los investigadores han llegado a la conclusión: fue el poder de su palabra.
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Hoy, como en muchos otros países, el nuestro y su gente se preparan para festejar otra Navidad, mientras en otros lugares se vive el horror de la guerra. Quiera la vida que en estas horas se recuerde el que quizá sea el mensaje más poderoso del Nazareno: “AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS.”
Ojalá sea así. Ojalá (Oh, Allah), que significa “¡Dios quiera!”.