Es muy claro que los vuelos estadounidenses que se han detectado últimamente cerca de territorio mexicano son aeronaves de inteligencia, como lo ha expresado el propio jefe del Comando Norte de Estados Unidos, para recabar información sobre los cárteles mexicanos.
Si bien la presidente mexicana ha pretendido minimizar el tema al asegurar que no le alarman estos vuelos, no hemos podido negar que el tema es trascendente ante la llegada del impulsivo nuevo presidente Donald Trump, la vulnerabilidad de la soberanía y la seguridad nacional de México ante la inteligencia estadounidense y la devastada situación de nuestro país en materia de seguridad y crimen organizado.
Para Estados Unidos también resulta inconveniente tener un vecino vulnerable, que pueda afectar su seguridad nacional, razón por la cual ha tomado tajantes cartas en el asunto, ante la inoperancia mexicana.
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Hoy es obvio que la política contra el crimen organizado de los “abrazos y no balazos”, no fue simplemente una ocurrencia característica del expresidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), como en principio se hubiera podido pensar, sino una estrategia de complicidades y tolerancias hacia el crimen organizado, de especial preocupación para el país vecino del norte, opinan analistas.
También es obvio que la nueva dinámica del gobierno actual, de corretear a criminales y decomisar sus cargamentos y laboratorios, responde, por una parte, a la fuerte presión estadounidense por el intenso trasiego de drogas desde México, particularmente de fentanilo, y por otro lado, por el alto poder alcanzado por el crimen organizado, ya insostenible para la seguridad nacional del país y la paz y tranquilidad de los mexicanos, tomados como rehenes, situación que no deja de desgastar y desprestigiar al gobierno de la presidente mexicana, no únicamente en el contexto nacional, sino también internacional.
La imagen de México es percibida como un país inseguro cooptado por el crimen organizado. Había que darle un urgente giro diferente a la inactiva lucha contra el narcotráfico de AMLO, y proporcionar un rostro fresco a la nueva presidente Claudia Sheinbaum, no obstante sus fuertes vínculos con el expresidente, de amor eterno, al que siempre ha evitado contradecir y abandonar la línea política trazada, pero la realidad insostenible se ha impuesto.
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Los vuelos estadounidenses seguramente se incrementarán. El titular de la Defensa Nacional informó que sólo se habían detectado dos vuelos, uno en torno a la península de Baja California, en aguas internacionales, y otro en la frontera norte. Sin embargo, CNN informó que Estados Unidos ha realizado 18 vuelos. Al respecto, la presidente mexicana, en defensa de su gobierno, ha recurrido a la desgastada y recurrente retórica del rechazo al injerencismo y defensa soberana, que parece más bien dirigida a sus seguidores, sin más profundidad. También dijo que esperaría mayor cooperación y colaboración de Estados Unidos.
La inteligencia es definida como la capacidad para recopilar, analizar y utilizar información ante amenazas. La información recabada por Estados Unidos seguramente no será compartida con México, en un ambiente de desconfianza, tal como sucedió con la detención del narcotraficante el “Mayo” Zambada, que desde mi particular punto de vista fue una auto-entrega pactada con autoridades estadounidenses, obviamente sin el conocimiento de México. Si bien las autoridades mexicanas y estadounidenses han asegurado que los vuelos no se han realizado sobre territorio mexicano, también es verdad que espían dentro de las fronteras de México.
El narcotráfico es transnacional y México requiere de la cooperación con Estados Unidos, por supuesto con pleno respeto a la soberanía; restablecer la confianza con instituciones estadounidenses, roídas por el gobierno de AMLO; y contar con una verdadera estrategia interna, lejos de retóricas populares y compromisos criminales. Soy escéptico de un pronto desgaste del diversificado crimen organizado en el país.