Hace casi año y medio, el director general de una de las mayores empresas de logística en México me contaba que justamente en 18 meses se verían los primeros frutos de las inversiones que se anunciaban para reacomodar las cadenas productivas en el país.
Si bien en ciertos ámbitos se percibía esa postura como muy conservadora, más bien el tiempo demostró que Aby Lijtszain, CEO de Traxión, fue muy optimista. Por estas semanas se viene cumpliendo el plazo que dio sobre los resultados de muchos anuncios de inversión, sobre todo de armadoras, manufactureras y ensambladoras en años previos.
Varios estudios apuntaban a que el nearshoring, o la práctica de trasladar operaciones industriales a un país cercano al origen de la inversión o al mercado principal, traería beneficios para los mercados receptores. En el caso de México, se trataba de reforzar lo que por décadas ha sucedido, es decir, captar inversiones —primero al amparo del TLCAN y luego del T-MEC— de empresas de Estados Unidos y Canadá, así como de países que buscaban penetrar el mercado norteamericano, con operaciones desde México.
Entre los factores que apuntalaban el optimismo por un renovado brío manufacturero en México figuraron en su momento la invasión rusa de Ucrania, la guerra comercial que se desató entre Estados Unidos y China, la interrupción de las cadenas logísticas globales por problemas como la pandemia… y otros temas regionales.
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Sin embargo, los retos han sido un drive en contra de todo lo previsto y muchos de ellos son endógenos; es decir, made in Mexico.
El principal tiene que ver mucho con infraestructura. Mientras muchas empresas anunciaban inversiones en diversos estados del país (desde la malograda, por ahora, gigafactory de Tesla en Nuevo León hasta otras que sí fructificaron en electrónica e instrumental médico), muchos analistas, bancos y think tanks no dejaron de advertir que el nearshoring no sería tan efectivo si México no enfrentaba retos como la carencia de una política energética ad-hoc.
BBVA Research afirmó en un estudio de mayo de este año que la deficiencia del Sistema Eléctrico Nacional es el principal reto para la relocalización de inversiones al país.
El estudio señala que más que un aumento en la inversión extranjera directa (IED) en energía entre 2019 y 2023, hubo un desplome de más de 50.1% en el sector, justo cuando más se tenía que abrir para generar la energía necesaria que pudiera apuntalar las nuevas industrias.
Otro factor que ha contribuido a que no despegue el nearshoring es la violencia y el crimen organizado. Hizo mucho ruido el reporte de la American Chamber of Commerce (AmCham) que reveló que 13% de sus miembros destinan más de 8% de su gasto operativo a seguridad.
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En cuanto a la logística, a pesar de la cercanía geográfica con Estados Unidos, persisten los retos en conectividad, sobre todo redes más robustas, trabajo en autopistas y ferrocarriles, y mejoras en puertos y aeropuertos.
Con este panorama, cabe destacar un ranking recién presentado en Americas Quarterly (AQ). Mientras que todo el mundo anticipaba que México tenía todo para liderar el nearshoring en la región, el reporte revela que estamos apenas a media tabla.
En “Viabilidad para el nearshoring en América Latina y el Caribe”, AQ ubica a Uruguay como el mejor posicionado para atraer inversiones en el marco de la relocalización industrial por liderar en aspectos como estado de derecho, protección a inversiones, infraestructura, desarrollo financiero, y seguridad y estabilidad política.
A Uruguay le siguen Chile, Costa Rica, Brasil, Panamá, Jamaica, Trinidad y Tobago, Perú, Argentina y Colombia. En este ranking con calificación negativa de -0.1, México figura en onceavo lugar, de 20 países.
Claro que la actividad comercial de México pudiera ser equivalente a la de todos esos países juntos, pero es la percepción que se tiene en los círculos de IED para considerar dónde destinar nuevas inversiones.
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AGUA, OTRO RETO CONSTANTE
Además de infraestructura, seguridad y energía, otro gran reto para que fluyan las inversiones a ritmo de nearshoring es lo relacionado con el abastecimiento hídrico, tanto para consumo industrial, agrícola y urbano.
De hecho, más allá del tema nearshoring, el cambio climático, el crecimiento poblacional y la sobreexplotación de acuíferos han generado un panorama alarmante para la disponibilidad de agua en México. A medida que el país enfrenta ciclos más intensos de sequías y lluvias torrenciales, el desafío de gestionar adecuadamente los recursos hídricos se vuelve cada vez más crítico.
En este sentido, se sabe que el sector agrícola consume el 76% del agua disponible, una cifra enorme en la que, además, debido a métodos de riego ineficientes, hay un enorme desperdicio. Por otra parte, la industria utiliza el 5% de los recursos hídricos del país.
Pese a ello, muchos hablan de cerrarle la llave a la industria, cuando de lo que se trata es de eficientar el uso y las prácticas agrícolas del vital líquido.