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ER. TIEMPO. La franquicia más redituable. No hay partido político en México más desprestigiado que el Partido Verde, un invento del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari y operado por el secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, y el regente del Distrito Federal, Manuel Camacho, como parte de la reconstrucción del Estado mexicano. Salinas generó una nueva clase empresarial, renovó con mano dura las dirigencias sindicales y encontró en el Partido de los Trabajadores, fundado por Alberto Anaya, que era un accesorio político del Raúl Salinas, el hermano del presidente, y en el Partido Verde, dos formaciones políticas que remplazaran los desgastados partidos satélites del PRI, el Partido Popular Socialista y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana. El Partido Verde, fundado en 1986 y con registro desde 1991, fue creado por el expriista Jorge González Torres, uno de cuyos hermanos, Enrique, fue rector de la Universidad Iberoamericana, y otro, Víctor, es un exitoso empresario mejor conocido como Doctor Simi. El partido se convirtió en un negocio de González Torres, que se lo heredó a su hijo, Emilio, apodado El Niño Verde, que aunque ya no aparece como líder nacional sino como parte de un colegiado que lo maneja, es realmente su dueño. La principal cara pública del partido es el senador Manuel Velasco, que fue gobernador de Chiapas y que esta semana, como vocero de la cúpula verde, obligó a que los senadores de Morena le dieran la espalda a la presidenta Claudia Sheinbaum y batearan su iniciativa contra el nepotismo electoral a partir de 2027. Esto fue posible porque la compañía verde le ha servido a Morena como un repositorio político para que puedan manipular las leyes electorales, colocar legisladores que obedecen al partido en el poder, y fabricar mayorías calificadas para que aprueben sin dificultades sus reformas constitucionales. Es un juego de valores entendidos. Morena quiere consolidar el poder, y el Partido Verde, como suripanta política, lo satisface a cambio de posiciones políticas crecientes, donde canjean votos por prerrogativas, generándoles miles de millones de pesos en ingresos pagados por los contribuyentes, con los cuales hacen lo que se les plazca, aunque sus intereses fundamentales no se encuentren en la política. Lo suyo no es eso. La utilizan la política como un empaque de aguacate, para transportar su producto, que son los votos, que venden en el mercado, donde suenan las cajas registradoras. Eran dueños de Chiapas, hasta que recientemente la voracidad política de Morena los desplazó, pero son el poder tras el trono en Quintana Roo, y han forjado una alianza con un político cargado de todo tipo de acusaciones por sus relaciones peligrosas, Ricardo Gallardo, gobernador de San Luis Potosí. Haber presionado a Morena para que ignorara los deseos de su presidenta, tenía una razón clara, que la siguiente gobernadora potosina sea Ruth González, la esposa del gobernador. Sheinbaum fue derrotada, y la presidenta más poderosa en la historia de México, en función del voto y control político, demostró que es solo de papel, porque los verdes probaron ser más fuertes que ella.
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DO. TIEMPO. Es cierto, la moral es un árbol que da moras. Nadie puede acusar a los líderes del Partido Verde de ser morales, éticos. Son todo lo contrario. Bucaneros, los llamó en el programa Tercer Grado el columnista de Excélsior, Leo Zuckerman. Es cierto. Son piratas mercenarios. Nacieron de la placenta del PRI, y en menos de una década vieron su utilidad: si la democracia requería alianzas donde los partidos pequeños podían aportar los porcentajes suficientes para que se construyeran mayorías que generaran gobernabilidad, se necesitaba un modelo de negocios. Los verdes empezaron a venderse al mejor postor. Abandonaron el barco priista en la elección presidencial de 2000, y se sumaron a la alianza que llevó al panista Vicente Fox a la Presidencia, acabando con la hegemonía del PRI. Felipe Calderón alejó el hedor verde y rechazó una alianza con ellos, que vieron que caminar con el PAN no tenía futuro, y regresaron con el PRI. Enrique Peña Nieto, el priista con olor a naftalina en cuerpo de un joven atractivo, los llamó al redil y regresaron a realizar todas sus triquiñuelas y trampas para que la caja registradora de la empresa vestida de partido político siguiera sonando con las prerrogativas. La alianza les sirvió no sólo para seguir haciendo dinero a costa de los contribuyentes, sino para salir de problemas legales cuando estos fueron enormes. El mayor fue en 2011, cuando Galina Chankova Chanev, una hermosa búlgara contratada a una agencia de modelos en Europa, saltó de un balcón desde una terraza en el piso 19 de la Torre Emerald Cancún, pocas horas después de haber llegado para asistir a una fiesta. El departamento era de Jorge González, El Niño Verde, quien primero negó su propiedad, luego dijo que no había estado en la fiesta, y después apareció como presunto sospechoso de la aún más oscura muerte de la escort. La fiesta, declaró ante el Ministerio Público Mario Pidev —otro búlgaro que manejaba modelos— dijo que la había organizado su amigo González, y como en otras reuniones similares, vio correr alcohol y cocaína. La autopsia reveló que la modelo había sido violada, quien, de acuerdo con las declaraciones, escapó de una habitación donde la tenían dos personas —que nunca identificaron— y corrió a suicidarse cuando nadie quiso sacarla del departamento. La prensa local escondió su muerte. El Niño Verde corrió por el apoyo de Peña Nieto, quien era candidato presidencial del PRI, que paró la embestida política y legal que estaba preparándole el exgobernador Félix González, para impedir que llegara al Senado, donde quedaba relegado porque era parte de los acuerdos con el candidato, que, a cambio de sumarlos a su alianza electoral, le regaló fuero, impunidad y dinero indirecto de las prerrogativas. La Fiscalía de Quintana Roo dejó de investigar.
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ER. TIEMPO. ¿De dónde sacan tanto dinero en efectivo? El Partido Verde es lo contrario a lo que los partidos verdes en el mundo no son. Nunca fue ecológico, ni apostó por los derechos humanos. Tampoco es progresista, ni representan corrientes ideológicamente socialdemócratas. Son un engendro sin ideología ni principios ni valores, salvo el del dinero. Y eso, tienen mucho. En 2004, Jorge Martínez, El Niño Verde, fue grabado cuando pedía dos millones de dólares a empresarios canadienses para ayudarles a tramitar desarrollos turísticos en Quintana Roo, donde ha vivido todos estos años en un par de departamentos que costaron en su momento, hace casi 15 años, 35 millones de pesos. No pasó nada. En 2009, el entonces senador verde Arturo Escobar, fue detenido en el aeropuerto de Chiapas con más de un millón de pesos en efectivo, que la oposición aseguró era para comprar votos. Escobar primero negó que el dinero fuera suyo; luego dijo que quien aparecía en la videograbación en el aeropuerto que lo tomó en flagrancia, no era él. Finalmente aceptó que sí era él, que la maleta Louis Vuitton donde iba el dinero era de él, pero para pagar coberturas electorales, versión que cambió después porque eran recursos para que uno de sus colaboradores comprara una casa, con ese dinero que había obtenido de la venta de unos automóviles. Pese a todo, tampoco le pasó nada. El PRI lo arropó y años después, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong lo nombró subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana pese a las críticas y exigencias de que revocara su designación porque su partido representaba “la ilegalidad y la corrupción”. Los verdes, fieles a sus principios retorcidos, volvieron a saltar. Manuel Velasco, a quien Peña Nieto había impulsado a la gubernatura de Chiapas fue a verlo en 2018 y le pidió permiso para respaldar al candidato de Morena a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador. El presidente le autorizó el nuevo brinco. Los verdes agarraron tracción transexenal y David León, cuando aún era funcionario del gobierno de Chiapas, quedó bien con López Obrador, dándole cientos de miles de pesos en varias entregas a su hermano Martín, que salían del erario de uno de los estados más pobres del país. Dinero con dinero se paga. El video de una de las entregas llegó a los medios y se armó un escándalo. León, que había sido nombrado por López Obrador como coordinador Nacional de Protección Civil, asumió toda la responsabilidad, declaró que era un préstamo personal de su propia bolsa y renunció al cargo. Los verdes volvieron a salir del lodazal. Y León, se quedó administrando los dineros del expresidente.