Los robots no tienen miedo

6 de Marzo de 2025

Emilio Antonio Calderón
Emilio Antonio Calderón Menez (Ciudad de México, 1997) es Licenciado en Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México y autor de las obras Casa Sola y Bitácora de Viaje. Ha colaborado en revistas literarias y antologías de editoriales como Palabra Herida y Letras Negras.

Los robots no tienen miedo

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Emilio Calderón

“A todos nos angustia que la tecnología nos reemplace, dejar de ser indispensables”, es una de las líneas climáticas de Inteligencia Actoral, obra de Flavio González Mello que, en una ingeniosa deconstrucción del Hamlet de Shakespeare, pone sobre la mesa la idea de actores de teatro reemplazados en escena por androides idénticos a ellos. Aunque la obra plantea en momentos que la autenticidad del ser humano no es replicable, refuerza una pregunta que cada vez toma más fuerza en el mercado global: ¿hasta qué punto somos necesarios?

El miedo al reemplazo no es nuevo. En el siglo XIX, los luditas destruían telares mecánicos porque temían perder sus trabajos ante la automatización. Hoy, la amenaza ya no es una máquina de vapor sino algoritmos cada vez más complejos. Sin embargo, la diferencia entre quienes sobreviven y quienes quedan obsoletos radica en la capacidad de adaptación. La inteligencia artificial no está esperando permiso para integrarse a la vida diaria; su crecimiento es inminente.

Un ejemplo práctico es el de Creai, una empresa mexicana especializada en desarrollar soluciones mediante el uso de inteligencia artificial, que en menos de dos años pasó de estar conformada por un equipo de cuatro personas a contar con una plantilla de más de cien personas. Franco Palacios, CEO de la empresa, augura que el mercado global de la IA podría superar los dos billones de dólares para 2030. ¿Cuántos de esos empleos serán nuevos y cuántos serán sustituidos?

El sector industrial ya lo está asimilando: CreAI ofrece mantenimiento predictivo para maquinaria, automatización en la producción y detección de anomalías. Todo esto reduce la necesidad de intervención humana en muchas áreas. A pesar de ello, la pregunta sigue siendo la misma: ¿realmente queremos un futuro sin errores humanos o simplemente nos aterra la idea de no ser indispensables?

Lo cierto es que hay dos opciones: evolucionar con la IA o ser superados por ella. Como plantea Inteligencia Actoral, el verdadero problema no es que los robots se parezcan más a nosotros, sino que, entre más automatizamos, nosotros nos parecemos más a ellos. La rutina, la eficiencia, la repetición: todo es predecible. En palabras de la obra: “Reemplazoides o humanos que siguen algoritmos, ¿cuál es la diferencia?”

Los robots no tienen miedo. No dudan, no sienten incertidumbre ni apego por el pasado. Pero nosotros sí. Y mientras estemos paralizados por la angustia del reemplazo en lugar de aprovechar estas herramientas, seremos los verdaderos obsoletos.

BTW

Lejos del temor, la premisa de Inteligencia Actoral resulta inquietante, y verla en acción, mientras todavía es interpretada por actores de carne y hueso, puede ser un plan ideal de fin de semana. La obra, donde las interpretaciones de Alberto Beck y Juan Carlos Vives resultan imprescindibles para darle profundidad a este tema, que puede pasar de cómico a turbio en un instante, ofrece funciones hasta el 27 de abril en el Teatro del Bosque Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque. Es una oportunidad para reflexionar sobre el papel de la inteligencia artificial en el arte, pero también sobre nuestra propia humanidad.

Hablando de obras

Otro montaje que merece atención es La aguja del iceberg, de Bea Cámina, que tendrá su estreno en México este seis de marzo y estará en escena todos los jueves y viernes del mes en el Teatro El Milagro, ubicado en la colonia Juárez de la CDMX. La obra, seleccionada por el Lark Center of Drama de Nueva York y estrenada en Chicago, cuenta la historia del final de una pareja que lidia con una hija diferente a la mayoría y un jardín en decadencia, promete ser una experiencia escénica distinta a cualquier otra.

Al final, ya sea en el teatro o en la vida, la clave no es temerle al cambio, sino aprender de él. Quienes entiendan su potencial encontrarán oportunidades; quienes se resistan, quedarán fuera de escena.