A lo largo de la historia del desarrollo, las grandes infraestructuras han sido mucho más que obras físicas: han sido símbolos del rumbo que toma una sociedad. Ferrocarriles, puertos y carreteras han marcado la diferencia entre regiones conectadas al crecimiento y territorios relegados a la pobreza estructural. En el Yucatán del Renacimiento Maya, la nueva infraestructura ferroviaria del Tren Maya de carga, en particular el ramal a Puerto de Progreso, se convierte en el eje de una transformación más profunda: la construcción de un modelo de desarrollo basado en la justicia social y la prosperidad compartida.
Modelos internacionales exitosos confirman que la infraestructura logística puede ser una palanca de equidad si se diseña con intención social. En Canadá, el desarrollo de rutas ferroviarias entre las provincias del interior y los puertos del Pacífico ha sido acompañado por políticas de inclusión de pueblos originarios y empleos comunitarios. Y en Corea del Sur, la transformación del puerto de Busan en un hub logístico global fue acompañada por programas masivos de educación técnica y apoyo a pequeñas empresas, lo que permitió que el crecimiento logístico se tradujera en movilidad social y expansión de la clase media.
En Yucatán, el gobernador Joaquín Díaz Mena ha definido con claridad su visión: que el Renacimiento Maya no sea un eslogan, sino una política pública integral que articule desarrollo, inversión pública, inclusión y sostenibilidad. En ese marco, el Tren de carga no es simplemente una vía para transportar mercancías; es una columna vertebral para la movilidad productiva, la redistribución regional de oportunidades y la democratización del desarrollo.
La obra, recientemente puesta en marcha por la presidenta Claudia Sheinbaum a través de la Secretaría de Defensa, contempla 70 kilómetros de conexión ferroviaria: 40 km de nueva construcción y 30 de rehabilitación. Esta línea conectará a Umán con el Puerto de Progreso, generando uno de los corredores industriales más dinámicos del país. En paralelo, se desarrollarán cinco terminales intermodales y patios de operación en puntos estratégicos de la Península de Yucatán y el sureste mexicano.
Pero lo que distingue esta obra no es sólo su magnitud física, sino su orientación política. El Gobernador Joaquín Díaz Mena ha insistido en que el desarrollo logístico debe tener rostro humano. Bajo esta lógica, el ferrocarril de carga se convierte en herramienta para reducir desigualdades estructurales: acercar mercados a los productores rurales, disminuir los sobrecostos logísticos que enfrentan las micro y pequeñas empresas (que hoy pueden representar hasta el 40% del valor de su producto), e insertar a Yucatán en cadenas de valor nacionales e internacionales sin que ello implique exclusión o despojo.
El modelo promovido por Díaz Mena no es de “trickle down”, donde la riqueza generada eventualmente gotea hacia abajo. Es un modelo de redistribución con eficiencia: crear infraestructura pública de alto impacto y, al mismo tiempo, políticas específicas para que comunidades indígenas, cooperativas, campesinos y emprendedores puedan usarla. Esto requiere complementar la infraestructura dura con inversiones en infraestructura social: centros logísticos comunitarios, transporte accesible, conectividad digital, y una red de educación técnica orientada a la logística, la agroindustria y la manufactura ligera, como es el caso de la recién anunciada “Universidad del Mar”.
Los beneficios proyectados son contundentes: miles de empleos durante la fase constructiva, una reducción de hasta 30% en los costos de transporte, una mejora sustancial en la conexión entre zonas de producción y consumo, y una plataforma atractiva para el nearshoring. Pero el mayor impacto será cultural: transformar la percepción del sur como periferia para convertirlo en frontera de oportunidades. En ese cambio de paradigma, la logística deja de ser un asunto técnico y se convierte en política social de alto impacto.
Este es el momento para pensar en grande y actuar en concreto. El ramal ferroviario del Tren Maya es un paso más para que Yucatán pase de ser un punto geográfico a una plataforma geoestratégica. En la era del Renacimiento Maya, el Tren más que carga, transportará dignidad y equidad.