El municipio de Teocaltiche, Jalisco, se ha convertido en un polvorín social que está a punto de estallar y puede alterar el orden institucional de México.
Lo que prevalece en esta localidad jalisciense es la zozobra entre la población que lejos de ser escuchada por su gobernador, Pablo Lemus Navarro, recibe de él acusaciones, un día sí y otro también, de ser presuntos integrantes de algún grupo criminal.
Tal parece que el mandatario jalisciense dejó de lado su vocación política de atender a los ciudadanos, para expresar desde la comodidad de su oficina, en Guadalajara, que la mayoría de las personas en Teocaltiche están ligadas al crimen organizado.
Hasta el día de hoy, y después de su viaje a principios de año a Europa, Pablo Lemus Navarro, no se ha sentado, y mucho menos, programado una mesa de seguridad en este municipio para conocer de viva voz lo que está ocurriendo en esta zona de los Altos de Jalisco.
Es fácil gobernar desde el escritorio, sin caminar las calles y poblados de uno de los estados más importantes del país y creer a pie juntillas todo lo que le dice su secretario de Seguridad, Juan Pablo Hernández, quien no ha dejado de acusar a los pobladores de Teocaltiche de ser delincuentes.
Es fácil gobernar desde el escritorio, para hacer caso omiso a las denuncias de abuso, acoso y brutalidad que cometen policías estatales en contra de esta comunidad.
Es fácil para Pablo Lemus Navarro declarar, desde la comodidad de su oficina, que los ciudadanos que fueron a la Ciudad de México, para abrir un diálogo directo con la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, para que sean atendidas sus demandas, son delincuentes, sin considerar que la gente le teme a sus policías y no quieren ser identificados, y al regresar a su municipio, ser agredidos por los estatales.
Es fácil para el gobernador de Jalisco hablar de pacificar el estado, cuando hasta ahora no se le ha visto recorrer los municipios de Teocaltiche y Villa Hidalgo, que empezaron el año con el derramamiento de sangre de gente inocente que murió a manos de sicarios del Cártel Jalisco Nueva Generación.
Es fácil no asumir la responsabilidad de brindar seguridad a una población que vive el asecho constante del crimen organizado que ha golpeado por completo la economía de Teocaltiche o Villa Hidalgo.
Es muy fácil para el gobernador jalisciense esperar que el secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, vea la grave crisis de inseguridad que viven los habitantes de Teocaltiche y Villa Hidalgo, para que intervenga y le haga la chamba a un gobierno de funcionarios mediocres e insensibles a los ciudadanos.
En medio de tanto deslinde político y social, es muy fácil ser gobernador de Jalisco.
En Cortito: Nos cuentan que en la capital de Morelos su alcalde, José Luis Urióstegui Salgado, lanzará en los próximos días un gran programa de rescate urbano para convertirla en una de las ciudades más limpias del país.
Nos dicen que será el 31 de marzo cuando entre en operación tan importante proyecto en Cuernavaca, que en la primera etapa de su operación contará con una inversión de cinco millones de pesos.
Lo primero que hará el presidente municipal es contratar a personal que se dedicará a barrer, podar, remozar y retirar mobiliario urbano inservible de las principales calles y avenidas de la Ciudad de la Eterna Primavera.
El alcalde José Luis Urióstegui Salgado tiene claro que rescatar la imagen urbana de Cuernavaca representa una acción para terminar con espacios que pueden ser utilizados por la delincuencia y, por ende, este esfuerzo jamás visto en Morelos, será un ejemplo para los demás municipios del estado.
Estas acciones se suman a una estrategia de cooperación conjunta entre alcaldes para combatir el crimen en los municipios de Jiutepec, Temixco, Tepoztlán, y Huitzilac.
Lo interesante es que el presidente municipal José Luis Urióstegui Salgado cuenta con un plan bien trazado y concreto para colocar a Cuernavaca como una de las urbes más limpias y seguras de México.