Hace no mucho tiempo, la asistencia a los bares no era un tema preocupante. Quizá solo un par de cuestiones para tener en cuenta: los posibles excesos etílicos, propios y ajenos. Generalmente, esos eran los temas a considerar cuando uno decidía ir a tomar una copa.
No cabe duda de que las cosas han cambiado. En menos de un mes se han registrado tres ejecuciones masivas en igual número de bares y entidades federativas, a saber: Estado de México, Tabasco y Sinaloa. El número de vidas perdidas en esos ataques supera los 20, con un número mayor de heridos.
Las cosas no pintan fáciles, pero las detenciones de varios de los responsables de estos ataques y el éxito del operativo ENJAMBRE, implementado en días pasados en el Edomex, generan, sin duda, confianza en el nuevo esquema de combate al crimen organizado que ha echado a andar el gobierno federal a través de la institución que comanda el secretario García Harfuch.
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El esfuerzo institucional merece el beneficio de la duda de los ciudadanos. Sin embargo, la terca realidad nos regala todos los días un panorama preocupante.
A los estados de la federación antes mencionados habría que sumarle otro más: Sinaloa. Desde el secuestro y detención de “El Mayo” Zambada, la crisis de inseguridad se ha convertido en una tragedia. Se cuentan por cientos los muertos desde julio hasta la fecha.
Hay, sin duda, una impericia para resolver este tema. Está claro que los grupos delincuenciales que tienen presencia en ese estado se están disputando la plaza: Los Chapitos y Los Mayos.
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En medio de esta disputa, la sociedad se encuentra realmente desesperada. Homicidios, secuestros o levantones, quema de comercios y vehículos, y balaceras a plena luz del día: todo lo anterior se ha convertido en una triste y cotidiana realidad.
Tengo para mí que el tema de la inseguridad atraviesa por el conocimiento de la técnica policiaca, la aplicación de tecnología y, por supuesto, el uso de inteligencia en la persecución del delito.
Ya vimos que los abrazos no funcionan, al menos tratándose de estos temas. La inseguridad ha inhibido muchas actividades, incluso la posibilidad de ir a tomarse una copa. No sea que a alguien se le ocurra —hablando de muertes— que las próximas… ¡van por su cuenta!