Los acontecimientos recientes ocurridos en relación con el descubrimiento de un campo de entrenamiento y exterminio han calado hondo en el espíritu de las y los mexicanos.
No sin razón, la indignación pública se ha manifestado y expuesto que somos un país al que le duelen mucho las atrocidades realizadas por los grupos de la delincuencia organizada.
Sin embargo, más allá del dolor que podamos sentir o el nivel de barbarie que puede implicar esto, hay una cosa que no ha sido atendida o siquiera mencionada: Existen grupos armados profesionalizados en matar personas, con entrenamiento táctico y no sabemos cuántos son, dónde están o qué buscan. Esto en sí mismo es un motivo de alarma porque representa una amenaza real a la seguridad nacional y a la existencia del Estado Mexicano como lo conocemos.
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Adicionalmente, estos grupos han demostrado tener la capacidad de mandar un mensaje a los medios (muy parecido a los que emitía Al Qaeda, por cierto) en el que se deslindan de los hechos, reproduciendo el mismo argumento que se esgrime desde Palacio Nacional y reprendiendo a las madres buscadoras por haber entrado en el rancho Izaguirre sin permiso. No cabe duda que México es surrealista.
En el ámbito político, más allá de la discusión sobre la legitimidad de la oposición para emitir críticas, o la ineficacia del gobierno para proteger a los ciudadanos, debería haber una postura que pugnara por tratar de dimensionar el problema a fondo, que tratara de entender el alcance que tienen y qué nivel de amenaza representan para el mantenimiento del orden ¿Pueden representar una fuerza militar eficaz en caso de enfrentamiento contra el ejército? De ser así ¿Sus intereses siguen circunscribiéndose al ámbito de la delincuencia organizada? ¿Qué podrían perseguir con este nivel de capacidad militar?
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Todas estas son preguntas sin respuesta que deberíamos estar tratando de dilucidar y en caso de que la primera sea respondida con un “sí”, sería indispensable que el gobierno busque la forma de impedir el desarrollo de organizaciones como la usaba dicho campo de entrenamiento y exterminio.
El rancho Izaguirre estuvo en operación alrededor de 10 años ¿Cuántos de los que se entrenaron en ese lugar hay en las filas de la delincuencia? y más aún ¿Cuántos más ejemplos de este mecanismo de formación de grupo paramilitares existen?
No puedo dejar de aprovechar esta columna para manifestar mi solidaridad con las personas que han perdido a un ser querido por la violencia, que tienen a un familiar o amigo desaparecido y con aquellas que han perdido la vida a manos de la delincuencia. Es de lamentarse que este sea el nivel de tragedia que tengamos que vivir los mexicanos.