La fuerza de las mujeres

10 de Marzo de 2025

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

La fuerza de las mujeres

Julieta Mendoza - columna

Pocas fechas en el calendario tienen el poder de encender tantas emociones como el 8 de marzo. Y el sábado pasado lo vivimos una vez más. No es una conmemoración cualquiera. Nos invita a reflexionar sobre las batallas que las mujeres hemos librado durante décadas, a indignarnos por las desigualdades que persisten y, sobre todo, a unirnos en la lucha por un futuro donde la igualdad deje de ser un sueño.

La historia nos lleva al Nueva York de 1908, cuando miles de mujeres trabajadoras marcharon para exigir mejores condiciones laborales y el derecho al voto. También nos transporta a 1911, cuando 123 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Triangle Shirtwaist, un símbolo de las condiciones infrahumanas que enfrentaban. Décadas después, en 1977, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró oficialmente este día como el Día Internacional de la Mujer. No fue un regalo, fue un reconocimiento a una lucha constante. Hoy, la realidad sigue dándonos bofetadas. Según la ONU, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual al menos una vez en su vida. En México, 10 mujeres son asesinadas diariamente (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. (2023); una estadística que duele tanto como indigna.

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La violencia, como una sombra, acompaña a millones de mujeres que no pueden caminar seguras por las calles, que tienen miedo de volver a casa tarde o que enfrentan agresiones en espacios que deberían ser seguros, como sus propios hogares. Pero no todo se reduce a la violencia física. Las brechas de género en otros ámbitos son igual de alarmantes. En el terreno laboral, las mujeres ganan 20% menos que los hombres, a pesar de realizar trabajos equivalentes o, en muchos casos, con mayores exigencias. En la política, ocupan solo una cuarta parte de los escaños parlamentarios a nivel mundial. Aunque hemos avanzado, la igualdad sigue siendo una meta lejana.

El 8 de marzo no es un día para recibir flores, felicitaciones ni descuentos en tiendas, ya lo sabemos. Es un día para exigir justicia. ¿Qué significa esto en términos prácticos? Significa políticas públicas que eliminen las barreras que frenan a las mujeres. Significa transformar la cultura que normaliza la violencia y el machismo. Significa trabajar desde las aulas, las empresas y las familias para construir un entorno donde todas podamos vivir y desarrollarnos plenamente. Lo importante es no dejar que esta fecha se convierta en un acto simbólico vacío. Vestir de morado o publicar una frase inspiradora en redes sociales está bien, pero no es suficiente. Necesitamos acciones reales y constantes: cuestionar los roles de género en nuestras vidas, alzar la voz cuando presenciamos desigualdades y construir redes de apoyo entre mujeres. Pese a los desafíos, el 8 de marzo también es una fecha para reconocer la fortaleza y la resiliencia de las mujeres. Gracias a las que se atrevieron a desafiar las normas, hoy podemos votar, estudiar, trabajar y soñar. Sin embargo, la deuda sigue pendiente.

¿Qué podemos hacer para que las próximas generaciones de mujeres no tengan que enfrentar las mismas batallas? El cambio empieza desde lo individual. No hace falta ser activista para contribuir. Educar a nuestros hijos en igualdad, cuestionar los estereotipos que perpetuamos sin darnos cuenta y apoyar a otras mujeres son pequeños actos que generan grandes cambios.

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En palabras de la escritora Chimamanda Ngozi Adichie: “No criemos a las niñas para que aspiren al matrimonio. Criemos a las niñas para que aspiren a la felicidad.” Y esa felicidad solo será posible en un mundo donde la igualdad deje de ser una lucha y se convierta en la norma.

La igualdad no es una meta inalcanzable; es un derecho que debemos reclamar juntas, todos los días. Y, algún día, quizás nuestras hijas celebren el 8 de marzo como un recuerdo de las batallas ganadas, no como una lucha pendiente.