1. En un reciente estudio, publicado por el Foro Económico Mundial, muy relevante al aproximarse la cita del G20 en Río de Janeiro, Brasil, los principales promotores de negocios del mundo externaron sus preocupaciones sobre la economía global. México no está ausente de las mismas, al ser, sobre todo, una economía abierta y participativa en el intercambio mundial de capitales, bienes y conocimiento. Hay razones para un cauto optimismo, dicen, tras un prolongado periodo de contención y estancamiento. En general, la inflación va decayendo y la política monetaria se va relajando. No obstante, la prolongada contención del crecimiento ha dejado a muchos países vulnerables ante los choques económicos.
2. Las tensiones generadas por la elección presidencial estadounidense pueden tener un pronóstico reservado, prevaleciendo la atención por la confrontación comercial entre este país y China o Europa como la principal preocupación mundial. Otros choques geopolíticos atraen riesgos también, como la invasión de Rusia a Ucrania que pronto habrá de cumplir tres años, o el conflicto en Medio Oriente causado por la incursión de Hamás en Israel hace más de un año, en los que no obstante ha sido posible evitar una gran escalada.
3. En este contexto, las perspectivas regionales son variadas, el sudeste asiático es una locomotora que podría lograr un sólido desempeño en los próximos dos años, de evitarse las tensiones sobre Taiwán. La economía de Estados Unidos se ha perfilado hacia un aterrizaje suave, hay hasta euforia en Wall Street por el triunfo de Trump, recuperando la expectativa de crecimiento. En Europa, el desempeño será modesto y quizá hasta arriesgue una recesión, profundamente afectado por las implicaciones del conflicto en Ucrania, en tanto que China debilitará el paso acostumbrado. En América Latina, el peso de la deuda limitará su potencial.
4. La deuda pública habrá de representar un reto para la estabilidad macroeconómica tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo, debido a la recurrencia a la misma para subsanar las sucesivas crisis que la llevaron a rondar o superar el 100% del PIB, generando costos crecientes por las aún altas tasas de interés, con numerosos países gastando más en intereses del servicio de la deuda que en políticas públicas tan importantes como educación o salud. México está entre ellos, ya que en 2024 destinó 1.2 billones de pesos al servicio de la deuda, en tanto que 600 mil millones fueron para educación y otro tanto para salud o bienestar. De proseguir esta dinámica, los esfuerzos gubernamentales para estimular el desarrollo habrán de afectarse, degradando las expectativas. La difícil posición fiscal podría limitar otros desafíos estructurales como la transición energética, el combate a la pobreza, los cambios demográficos y las necesidades de seguridad nacional.
5. El gran desafío será el lograr un crecimiento balanceado. Es decir, impulsar el crecimiento económico a la vez que se mejoren sus efectos redistributivos y en el medio ambiente, evitando dejar atrás o en la pobreza a amplios sectores de la sociedad. Persiste el dilema entre impulsar el crecimiento o postergarlo para mejorar las condiciones ambientales, laborales y de bienestar. El estudio del Foro económico Mundial concluye que en el horizonte hay dos grandes obstáculos contemporáneos para lograr un progreso más balanceado: por un lado, la carencia de consenso político y por el otro, el debilitamiento de la cooperación global. En el primer caso, se trata de un problema de falta de liderazgo global congruente con la visión de un hogar común para todos, en tanto que en el segundo, no se percibe un determinante para fortalecer la cooperación internacional, al prevalecer políticas proteccionistas y tensiones geopolíticas en demérito de políticas altruistas, de compensación o de financiamiento del desarrollo. El advenimiento de otra era restrictiva con Trump sólo agrava la perspectiva.