Motivos sobran para que las tensiones políticas y comerciales afecten las relaciones entre México y Estados Unidos. Desde que Donald Trump asumió la presidencia, la balanza de poder en estas relaciones se inclinó peligrosamente hacia una actitud de presión constante. Trump ha lanzado un ultimátum a México, pidiéndole que haga su trabajo, específicamente en tres áreas clave: la seguridad, la migración y el comercio, o impondrá severos aranceles.
La propuesta de Trump no es nueva, ni es una sorpresa. Básicamente, exige que México asuma un papel más proactivo en la lucha contra los cárteles de droga y las organizaciones criminales, detenga la migración irregular hacia los Estados Unidos y se asegure de que el comercio entre ambos países fluya sin obstáculos. En resumen, Trump solo está pidiendo que México cumpla con sus responsabilidades.
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La seguridad, en este contexto, implica que el gobierno mexicano no sólo frene el tráfico de drogas que cruzan su frontera, sino que también combata a los grupos del crimen organizado que han logrado infiltrarse en el país. En particular, el tráfico de fentanilo, una droga sintética altamente letal, es uno de los puntos más críticos de esta demanda. El fentanilo es responsable de miles de muertes al año en Estados Unidos, y se sabe que gran parte de esta droga proviene de México, lo que coloca al país en una posición difícil, ya que debe encontrar una solución a un problema que va más allá de sus fronteras.
La migración, por otro lado, exige que México evite que las personas lleguen a la frontera estadounidense sin documentación adecuada, es decir, frenar a los migrantes centroamericanos que cruzan por su territorio en busca de un futuro mejor. Y, finalmente, en el terreno comercial, la solicitud parece clara: que México garantice que las relaciones económicas entre ambos países continúen sin bloqueos y de forma que beneficien a Estados Unidos. Sin embargo, cuando se habla de ajustar el tema comercial, no se trata sólo de los acuerdos dentro del T-MEC. Trump también está mirando las relaciones de México con China, un país que Estados Unidos considera una amenaza económica y que está ganando terreno en América Latina. Es ahí donde México se ve presionado, ya que la cercanía comercial con China genera fricciones con su vecino del norte.
¿Es justo lo que pide Trump?
Es cierto que la seguridad y la migración son problemas que afectan tanto a México como a Estados Unidos, y que ambos países deben colaborar para afrontarlos. Sin embargo, la forma en que Trump presenta sus demandas es cuestionable. No se trata de un favor que México le debe a Estados Unidos, sino de una cooperación mutua necesaria para resolver los desafíos compartidos. La migración, por ejemplo, no es un problema que México pueda resolver por sí solo. La solución debe involucrar a ambos países de manera equitativa, con un enfoque humanitario y responsable. Además, la violencia relacionada con el narcotráfico es una cuestión de seguridad nacional que también atañe a Estados Unidos, ya que muchas de las armas que alimentan este conflicto provienen de su propio territorio.
En cuanto al comercio, Trump parece olvidar que México también tiene sus propios intereses que defender. Si bien el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) establece reglas para garantizar una competencia justa, no podemos perder de vista que el comercio es un asunto que beneficia a ambas naciones. Es injusto que se siga usando la amenaza de aranceles como herramienta de presión.
Un llamado a la responsabilidad compartida
Al final, la petición de Trump no es tan novedosa como parece. Lo que está pidiendo es que México haga su parte, pero también debe ser consciente de que Estados Unidos tiene una responsabilidad igua de importante en estos temas. No se trata solo de que México haga su trabajo en seguridad, migración y comercio, sino de un esfuerzo conjunto, donde ambos países deben colaborar y no solo esperar que uno de ellos actúe como el “responsable”.
Si realmente se quiere avanzar hacia una solución duradera, debe existir un diálogo más abierto y respetuoso entre ambas naciones.
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Es importante reflexionar que no se pueden resolver problemas tan complejos de un día para otro. México no puede, en 30 días, solucionar de manera integral la migración, la seguridad y el comercio. Estos no son problemas que se puedan arreglar con un ultimátum, ni mucho menos con la imposición de aranceles. La relación bilateral debe estar basada en el entendimiento mutuo y, sobre todo, en la colaboración a largo plazo.
Lo cierto es que lo que Trump pide a México no es un favor, sino una exigencia que pone en evidencia la necesidad de trabajar juntos para resolver problemas compartidos. La verdadera pregunta es si ambos países están dispuestos a hacer su parte y asumir sus responsabilidades de manera equilibrada. El futuro de la relación México-EE.UU. dependerá de ello.