La nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, asumió el poder en un contexto de creciente violencia, inseguridad e impunidad que afectan la vida de millones de mexicanos. El violento asesinato del nuevo alcalde de Chilpancingo, Guerrero, Alejandro Arcos, quien apenas tenía seis días en el cargo, llenó de indignación y temor a amplios sectores de la sociedad. Este crimen es un ejemplo del nivel del desafío que enfrentan los nuevos gobiernos ante una delincuencia cada vez más violenta y peligrosa.
En ese contexto, Claudia Sheinbaum presentó su Estrategia Nacional de Seguridad, en la que delineó un enfoque que contrasta con las políticas de seguridad militarizadas de sus predecesores, enfatizando una visión más integral que atiende las causas de la delincuencia. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿marcará su gobierno un verdadero cambio en el combate a este corrosivo fenómeno?
La estrategia se fundamenta en cuatro ejes: atención a las causas, consolidación de la Guardia Nacional, fortalecimiento de la inteligencia e investigación, y coordinación con las entidades federativas. A diferencia de la llamada guerra contra el narco, impulsada por el gobierno de Felipe Calderón, que desató un ciclo de violencia sin precedentes, la presidenta promete un enfoque de prevención y atención que busca alejar a los jóvenes de las organizaciones delictivas.
Esta nueva perspectiva incluye la creación de una subsecretaría de Prevención dentro de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), liderada por Esthela Damián, enfocada en programas como “Jóvenes Construyendo el Futuro”.
No obstante, el contexto es desalentador. Durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador, México registró más de 193,612 homicidios desde 2019 hasta 2024, lo que representa un aumento alarmante en la violencia. El hecho de que el 60.7% de la población adulta considere la seguridad como el problema más grave del país pone de manifiesto la urgencia de un cambio efectivo en la estrategia de seguridad.
La designación de Omar García Harfuch, quien fue secretario de seguridad en la Ciudad de México durante la gestión de Sheinbaum, sugiere una continuidad en ciertas políticas que han demostrado ser efectivas. García Harfuch logró reducir significativamente los homicidios mediante un enfoque centrado en la policía civil y el fortalecimiento de la cooperación con fiscales y agencias de seguridad estadounidenses.
Este enfoque parece alinearse con la intención de implementar una nueva agencia nacional de inteligencia y grupos de trabajo binacionales sobre temas de seguridad.
El desafío que enfrenta Sheinbaum no es menor. La militarización de la seguridad, que ha sido la respuesta habitual de los gobiernos anteriores, ha generado un entorno de violencia creciente, donde los cárteles se enfrentan en batallas que amenazan la estabilidad del país. La estrategia de la nueva presidenta podría suponer un cambio significativo, siempre que se acompañe de una implementación eficaz y una evaluación constante de los resultados.
La pregunta es si este cambio será suficiente para hacer frente a la violencia y a la impunidad que laceran a México. La historia reciente sugiere que un enfoque meramente militarizado no ha dado los resultados esperados.
Con la mirada puesta en el futuro, es fundamental que la administración de Claudia Sheinbaum no solo establezca políticas efectivas, sino que también fomente la confianza ciudadana en las instituciones encargadas de la seguridad.
El éxito de su estrategia se medirá en la reducción de la violencia y la reconstrucción del tejido social que ha sido desgastado por años de conflicto y desconfianza.