Hoy finaliza la administración de Andrés Manuel López Obrador, marcando un punto de inflexión en la historia contemporánea de México. Tras seis años al frente de la presidencia, su partida deja un vacío que no sólo se siente en su partido, Morena, sino en el país entero. López Obrador, una figura omnipresente en la política mexicana, ha construido un legado que trasciende sus acciones de gobierno. Sin embargo, más allá de sus logros o controversias, lo que verdaderamente inquieta es el rol que jugará su ausencia. México parece encaminarse a una etapa de “duelo”, donde el exmandatario seguirá estando presente simbólicamente, pero ausente en la realidad del poder político directo.
Este duelo no es sólo político; es también simbólico, lo que nos lleva a analizar su figura desde una perspectiva psicoanalítica, concretamente a través de las teorías de Sigmund Freud y Jacques Lacan sobre el padre. En su ausencia, ¿qué papel jugará Claudia Sheinbaum, su sucesora en el liderazgo político? Y, más interesante aún, ¿cómo se inserta su hijo, Andrés López Beltrán, en esta narrativa, al asumir un rol clave dentro de la estructura del partido?
Para Freud, el padre es una figura central en el desarrollo psíquico del individuo, siendo el protagonista del famoso complejo de Edipo. En Tótem y tabú, Freud señala que el padre cumple una doble función: es protector y legislador, pero también es la figura que impone la prohibición, especialmente en términos de deseo y poder. Lacan retoma y amplía esta idea en su seminario Las psicosis, donde introduce el concepto del “Nombre-del-Padre” (Nom-du-Père). Este concepto se refiere a la función simbólica del padre no tanto como una figura real, sino como un lugar en la estructura psíquica y social. Para Lacan, el “Nombre-del-Padre” es la ley que regula el deseo y que, a su vez, permite al sujeto integrarse en el orden simbólico, es decir, en la cultura y la sociedad.
Lacan juega con la homofonía entre “nom du père” (nombre del padre) y “non du père” (no del padre), destacando la función legislativa y prohibitiva del padre simbólico. Este padre es el que introduce el “no” que organiza y estructura el deseo, marcando las prohibiciones fundamentales. En términos políticos, podríamos entender a López Obrador como ese “Nombre-del-Padre” que establece los límites y define las coordenadas del nuevo México que él, en gran medida, ha contribuido a formar.
Con la llegada de Sheinbaum a la presidencia, muchos se preguntan si su liderazgo será capaz de llenar el vacío simbólico que deja López Obrador. Sheinbaum ha sido durante mucho tiempo una figura cercana a AMLO, tanto ideológica como políticamente. Sin embargo, el desafío de ocupar su lugar no es sencillo. Desde una perspectiva lacaniana, Sheinbaum podría verse destinada a asumir el rol del “Nombre-del-Padre”, pero siempre enfrentará la dificultad de no ser el original. Aunque puede continuar con el proyecto político y las estructuras que AMLO construyó, la sombra del expresidente seguirá proyectándose sobre su administración. Su éxito dependerá de su capacidad para seguir el proyecto de la 4T, pero imprimiéndole un carácter propio, donde sus convicciones y experiencia dejen una marca personal.
El caso de Andy como el recién nombrado director de estructura de Morena es igualmente interesante. Su papel será crucial en mantener la cohesión y el rumbo del partido. Sin embargo, también enfrenta el desafío de ser el hijo del líder, una posición que Lacan describiría como problemática en el sentido de que el hijo siempre está a la sombra del padre. El “Nombre-del-Padre” no solo regula el deseo, sino que también genera una herencia simbólica que los hijos deben negociar, ya sea para aceptarla o para rebelarse contra ella.
México, como una familia que ha perdido al padre, experimentará un duelo tras la salida de López Obrador. No obstante, este duelo no implica únicamente tristeza, sino una reorganización simbólica y política. Lacan sostiene que la ausencia del padre no elimina su influencia. Al contrario, su ausencia puede reforzar su presencia en el plano simbólico. En este sentido, AMLO podría convertirse en una especie de tótem político del la 4T al que se recurrirá no solo para rememorar su legado, sino también para buscar orientación en momentos de incertidumbre.
Desde la teoría lacaniana, el paso de López Obrador de “padre real” a “padre simbólico” es clave. Mientras el “padre real” ejerce el poder de manera práctica, el “padre simbólico” se transforma en una figura de referencia que regula el deseo y las leyes, incluso en su ausencia. Es posible que, a pesar de su retiro a Palenque y de su renuncia a Morena, siga influyendo en el rumbo del partido y del país, manteniéndose como un eje central en la configuración del deseo político de la nación.
Si seguimos la lógica de Lacan, la ausencia o exclusión del “Nombre-del-Padre” puede llevar a lo que él llama la “forclusión”, que se manifiesta en la psicosis. En términos sociales y políticos, esto podría significar que, sin una figura paterna clara, ya sea Sheinbaum o López Beltrán, México podría enfrentar una suerte de crisis de identidad política. La falta de un “padre” simbólico que ordene y regule el deseo colectivo podría llevar a un caos político, donde las estructuras que hasta ahora habían sido estables empiecen a fragmentarse poco a poco.
Bajo estas líneas, es importante señalar que Lacan también ofrece una salida a esta psicosis. La figura del padre no tiene que ser necesariamente una persona en particular, sino que puede ser una estructura simbólica que organice el deseo. En este sentido, el reto para Morena y para México será construir una nueva narrativa y proyecto dentro de la 4T en la que el legado de AMLO esté presente, pero que no dependa exclusivamente de su figura personal.
El fin de la administración de López Obrador marca el cierre de un ciclo político y el inicio de una nueva etapa para México. Pero su influencia no desaparecerá con su partida. Como el “Nombre-del-Padre” en la teoría lacaniana, AMLO seguirá siendo una figura central en la configuración del deseo y la identidad política de la nación. Claudia Sheinbaum y Andrés López Beltrán enfrentarán el desafío de llenar ese vacío, pero también tendrán la oportunidad de redefinir lo que significa el liderazgo en un México post-AMLO. Al final, el legado del expresidente no sólo estará en lo que hizo o no hizo, sino en cómo su ausencia será interpretada y gestionada por aquellos que vienen después de él.