Durante las últimas dos décadas, la dinámica del comercio internacional estuvo dominada por un fenómeno: la globalización. Esta fase de integración económica mundial fue impulsada, en gran parte, por el ascenso de Asia como el centro manufacturero del mundo, liderado por China. Entre los años 2000 y 2020, las inversiones en infraestructura portuaria en Asia alcanzaron niveles sin precedentes, consolidando su dominio en las cadenas globales de suministro.
China, por ejemplo, invirtió más de 150 mil millones de dólares en modernización y expansión portuaria durante este período, fortaleciendo puertos como Shanghái, Shenzhen y Ningbo. Estos se convirtieron en los más activos del mundo, manejando cerca del 40% del tráfico marítimo global. Singapur, por su parte, invirtió otros 50 mil millones de dólares para mantenerse competitivo como un hub de transbordo global.
En contraste, América enfrentó una ralentización en el desarrollo de sus puertos. Durante el mismo período, las inversiones totales en puertos de Estados Unidos, México y América Latina apenas alcanzaron los 50 mil millones de dólares, y los niveles de modernización quedaron rezagados frente a sus contrapartes asiáticos. Esto respondió, en gran medida, a que las cadenas de suministro priorizaban la manufactura en Asia y relegaban a América al papel de consumidor final.
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A partir de 2020, un cambio estructural ha transformado las reglas del comercio global. Factores como la pandemia de COVID-19, las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China, y la guerra comercial iniciada en 2018 han generado un reordenamiento estratégico conocido como nearshoring y regionalización.
El nearshoring, o relocalización de cadenas de suministro, se refiere a trasladar la producción a países más cercanos a los mercados de consumo, reduciendo la dependencia de cadenas extensas y vulnerables. La regionalización, por su parte, fomenta la integración económica dentro de regiones específicas, como América del Norte, para aumentar la eficiencia y reducir riesgos. Ambos procesos están impulsando una mayor demanda de infraestructura portuaria en América, especialmente en México, como enlace vital entre el hemisferio norte y sur.
México, con su posición geográfica privilegiada, es el mayor beneficiario de esta transición. El país conecta directamente con Estados Unidos y Canadá a través del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (USMCA) y mantiene tratados comerciales con América Latina, Europa y Asia. Por ello sus puertos, tanto en el Golfo como en el Pacífico, se deben convertir en puntos de convergencia cruciales para la redistribución de flujos comerciales.
En este contexto, el Renacimiento Maya, impulsado por el gobernador Joaquín Díaz Mena, posiciona a Yucatán como un actor clave en este reordenamiento global. Dentro de este proyecto transformador, la expansión y modernización del Puerto de Progreso se destaca como un componente vital no solo para el desarrollo económico regional, sino también para consolidar a México como un líder estratégico en las cadenas de suministro globales.
El Puerto de Progreso, ubicado en el Golfo de México, tiene una ventaja geográfica que lo distingue de otros puertos de la región. Su proximidad equidistante a América del Norte y América Latina, combinada con su acceso directo a rutas marítimas hacia Europa, lo convierte en un punto neurálgico para las redes comerciales que buscan optimizar tiempos y costos en un contexto de regionalización. La modernización de este puerto busca transformarlo en un hub logístico multimodal de clase mundial, capaz de responder a las demandas comerciales de un mundo en transición.
Esta infraestructura no solo beneficiará a Yucatán al generar empleo e inversión local, sino que tendrá un impacto directo en la competitividad de México. Servirá como un puente eficiente para exportar productos hacia Estados Unidos y Canadá, los mercados más grandes del mundo, atraer inversiones estratégicas de Europa y facilitará el comercio con los mercados emergentes de América Latina, que ahora son prioritarios para Asia.
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El Puerto de Progreso, dentro del marco del Renacimiento Maya, tiene el potencial de convertirse en el proyecto de infraestructura portuaria regional más relevante de México en las próximas décadas. En un contexto donde la eficiencia logística, la resiliencia de las cadenas de suministro y la regionalización dictan las reglas, la expansión del Puerto de Progreso no es solo una inversión local: es una decisión estratégica con repercusiones globales. Bajo la dirección del gobernador Joaquín Díaz Mena, este esfuerzo refleja el espíritu del Renacimiento Maya: un proyecto que redefine la posición de Yucatán y de México en el tablero internacional, liderando una nueva era de integración, progreso y sostenibilidad.