Dentro de unos días, el 24 de octubre, se cumplirá un aniversario más de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta institución nació poco después del final de la Segunda Guerra Mundial. La idea primigenia era garantizar la paz y el desarrollo del mundo. Las sociedades de los países que se involucraron en aquel conflicto bélico (1939-1945) anhelaban alcanzar un mundo sin violencia. De hecho, ese era el discurso de los líderes de las naciones aliadas que resultaron vencedores en aquella conflagración mundial; el reto era formidable.
¿Cómo lograr mecanismos que garantizaran una paz duradera cuando ya se había iniciado la carrera nuclear? Era una apuesta formidable, no era un tema menor. Se iniciaba también lo que el mundo conocería como la Guerra Fría. En ese contexto, se requería de instrumentos que garantizaran un mínimo equilibrio, sobre todo entre las naciones que se dividían el mundo. Uno de los mecanismos que se establecieron fue el Consejo de Seguridad; la idea era que ninguna potencia tuviera una política hegemónica sobre otro país o sobre alguna región del planeta. Desde aquellos años, la ONU ha tratado de intervenir en los conflictos entre naciones; sin embargo, en no pocos conflictos, su papel ha sido poco eficaz. La actuación del Consejo de Seguridad no ha sido un disuasivo para erradicar el fantasma de la guerra.
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›Vale la pena recordar cómo se conforma esta instancia. El Consejo está formado por 15 países, cinco de los cuales son miembros permanentes: Estados Unidos, China, el Reino Unido, Francia y la Federación Rusa. Estos países forman el llamado Club Nuclear, junto con India, Pakistán e Israel. Las primeras cinco naciones, aparte de ser miembros permanentes, tienen el derecho de veto en las resoluciones que pudiera tomar el organismo.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el universo ha vivido conflictos terribles: las guerras en Corea, Vietnam, el Pérsico y la guerra de los Balcanes. Más recientemente, el conflicto de Rusia y Ucrania y el del Estado hebreo en contra de Hamas, Hezbolá y ahora la República Islámica de Irán.
Uno no puede dejar de preguntarse si hay algún poder que medie de forma directa, pacífica y eficaz en conflictos de esta naturaleza. Parece que el “músculo” que en algún momento caracterizó a la ONU se ha venido debilitando con el paso de los años. Después de la Segunda Guerra Mundial, las naciones del planeta se comprometieron a que nunca jamás los seres humanos vivirían un infierno como aquel. La realidad es que, si bien no ha habido otra guerra mundial, los seres humanos siguen teniendo sobre sus cabezas toneladas de armamento convencional y atómico.
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Existen, según datos oficiales, más de 12 mil bombas atómicas.
¿Y entonces? Aquella promesa quedó como tantas otras, en palabras vacías, huecas y demagógicas. Los intereses políticos y económicos se mantienen por encima de los intereses humanos. Mientras no se decidan los países más poderosos del orbe a privilegiar las negociaciones por encima de la fuerza de las armas, el mundo seguirá a merced de un botón… el botón nuclear.