Cada inicio de año, el aumento en el precio de la gasolina se convierte en un tema recurrente de conversación en México. Las familias y los ciudadanos, que dependen del combustible para sus actividades cotidianas, se ven directamente afectados por las fluctuaciones de los precios. Aunque estos incrementos no son nuevos, las proyecciones para 2025 alertan sobre un posible golpe económico más significativo que no debe ser ignorado.
Los mexicanos enfrentarán un ajuste en los precios de la gasolina que podría incrementar hasta 1.50 pesos por litro, mientras que el diésel experimentaría una alza aún mayor. Este ajuste responde a una combinación de factores internos y externos, incluida una serie de decisiones fiscales tomadas por el gobierno. El aumento tendrá efectos directos sobre sectores clave como el transporte y la distribución de mercancías.
El alza en los precios no se debe exclusivamente a los impuestos, sino también a la fluctuación de los precios del petróleo en los mercados internacionales. A pesar de ser un productor de petróleo, México depende en gran medida de la importación de gasolina, dado que sus refinerías no han logrado cubrir la demanda interna. Además, el precio del crudo ha mostrado una tendencia al alza, lo que genera presión sobre las finanzas nacionales y afecta directamente a los consumidores.
TE PUEDE INTERESAR: El nepotismo y la corrupción: todos los gobiernos son iguales
El contexto internacional no puede pasarse por alto. Las tensiones geopolíticas y los movimientos en los mercados globales inciden en el precio del crudo, y por ende, en el costo de los combustibles. Las incertidumbres económicas y los cambios en la oferta y la demanda mundial afectan rápidamente a los consumidores mexicanos, reflejándose en un aumento de los precios de la gasolina. Este es un ejemplo claro de cómo la interdependencia global influye en las economías nacionales.
A nivel interno, la política fiscal del gobierno también desempeña un papel crucial. El incremento de impuestos, destinado en su mayoría a proyectos de infraestructura y bienestar social, se traduce en un encarecimiento generalizado de productos y servicios, entre ellos, la gasolina. Si bien estos fondos pueden ser necesarios para el desarrollo de ciertas áreas, el impacto inmediato sobre la economía familiar es considerable.
A corto plazo, el aumento afectará directamente los bolsillos de los mexicanos. El costo de llenar el tanque será mayor, lo que ejercerá una presión adicional sobre las familias, especialmente en un contexto de recuperación económica postpandemia. Sectores como el transporte público y la distribución de productos podrían trasladar los incrementos a los consumidores, generando una espiral inflacionaria. Esto, a su vez, provocaría un alza en los precios de alimentos, bienes de consumo y otros servicios, afectando principalmente a las familias más vulnerables.
TE PUEDE INTERESAR: Colusión entre autoridades y el crimen organizado: Una realidad irreal
A largo plazo, un aumento en los precios de los combustibles podría tener un efecto positivo al incentivar la transición hacia energías más limpias y sostenibles. Sin embargo, este cambio no debe lograrse a través de aumentos bruscos o impuestos que perjudiquen a la población de manera desproporcionada.
Si bien el aumento en los precios podría fomentar la adopción de vehículos eléctricos o soluciones de energía renovable, el proceso debe ser equitativo, garantizando que las familias de menores recursos no sean las más afectadas.
El probable incremento en el precio de la gasolina en 2025 es el reflejo de una serie de factores complejos, que incluyen tanto la economía global como las decisiones fiscales internas. Aunque la transición energética es un paso necesario para el futuro del país, es esencial que se implementen medidas que protejan a los ciudadanos de los impactos inmediatos. En este sentido, lo que parece faltar es una estrategia que contemple las realidades económicas de los mexicanos, evitando que este aumento sea simplemente otra carga más para un 2025 de por si ya desafiante.