El porro Cuitláhuac

7 de Enero de 2025

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

El porro Cuitláhuac

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1er. TIEMPO: Su orgullo por Cuitláhuac. Que nadie se preocupe, pidió la presidenta Claudia Sheinbaum el 30 de noviembre en Veracruz, último día de la gestión del gobernador Cuitláhuac García, porque esta persona “honesta, trabajadora y de convicciones que transformó” el estado, se iría a colaborar con ella al gobierno federal a un puesto estratégico. No se sabe cuál será, pero lo que sí puede colegirse es que tampoco será de primer nivel, ni estará cerca de ella, ni jugará un papel importante en su administración, porque quienes llenan todos esos casilleros, ya están incorporados a su gobierno. Fueron palabras dulces para un sátrapa, que en política es como se conoce a quienes gobiernan en forma despótica. García es uno de los arquetipos de la degradación de la vida pública en el régimen cuyas bases dejó instaladas el expresidente Andrés Manuel López Obrador, que sin importar que fueran incapaces o ignorantes, optó por personas que copiaran las arbitrariedades que él cometía, sin que les temblara la mano, que fueran tan cínicos como él, sin pudor, y que abriera la puerta a los cárteles de la droga, ya fuera por omisión, comisión o complicidad. Cuitláhuac pasó con éxito la prueba. Fue un represor que persiguió a críticos y a jueces que otorgaban amparos contra la destrucción de las naturaleza o frenaban la babarie que estaba cometiendo Lopez Obrador. Más de 30 encarcelamientos y detenciones de personajes políticos o aspirantes a puestos de elección popular se concentraron en casi un 80% en personas que no pertenecían a Morena, reveló una investigación de Proceso. También fue quien en uno de los momentos más álgidos del choque entre López Obrador y la presidenta de las Suprema Corte de Justicia, Norma Piña, se movilizó a la Ciudad de México para organizar una manifestación frente a su sede central que llevaba un féretro donde colocó metafóricamete el cuerpo de la juzgadora. López Obrador calificó su charada de “extraordinaria”. Qué más podía decir del guiñol que armó en el país. García lo copiaba en todo. Usaba las conferencias de prensa para atacar a periodistas y amenazarlos. Al igual que su jefe utilizó la burla para minimizar sus crímenes ecológicos, y descalificar, coloocándose un sombrero típico ruso, las críticas por la pauperización de la educación con la llamada “Nueva Escuela Mexicana”, donde los menores ya no aprenderían matemáticas, ni historia, ni les empezarían a dar las herramientas para defenderse en un mundo cada vez más competitivo y difícil para quienes menos conocimiento tengan. Violador de leyes, sobre todo electorales, se movió perfectamente al ritmo del titiritero, que parece que garantizará la impunidad que tuvo en el sexenio pasado, con la heredera de todo, programa, equipo, lastres y delincuentes, que le está buscando el hueso de la inmunidad.

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2º. TIEMPO. Y se abrieron las puertas a los cárteles. Cuando Morena designó al ingeniero Cuitláhuac García candidato al gobierno de Veracruz, las redes sociales se llenaron de burlas por la designación de un académico que era más famoso por su vida privada que por su trascendencia en las aulas. Pero era fundador del partido y la preferida de Andrés Manuel López Obrador, Rocío Nahle, le veía más utilidad al frente de la diputación de Morena en San Lázaro. Desde aquellos momentos, López Obrador podría haber puesto a cualquier candidato y ganar la elección ante el repudio contra el PRI y el PAN. Pudo haber nominado a un burro y habría ganado. La gente no veía ni pensaba nada, sentía todo por López Obrador. Así ganó hace pocos años Morena la alcaldía de Cuernavaca, por ejemplo, sin haber presentado ningún candidato para el cargo. En el caso de Veracruz, sin embargo, la herida se había dado desde 2015, cuando toda la zona petrolera dejó su añeja filiación priista y votó por Morena en las elecciones federales, como castigo al partido por la reforma energética. García ganó claramente con una promesa de campaña que también hizo López Obrador en la presidencial, acabar con la inseguridad. Con el mandato llegaron rápidamente sus incumplimientos y se reanudaron las matanzas. Cinco meses después de tomar posesión hubo una masacre en un bar de Minatitlán, donde murieron 13 personas. Cuatro meses después, hubo otra en Coatzacoalcos, donde murieron otras 30. La llegada de García al poder coincidió con que el estado, que había estado bajo el control de Los Zetas, se descompusiera al abrirse la puerta desde diciembre de 2018, para el Cártel Jalisco Nueva Generación, cuyo enfrentamiento propició la violencia en las ciudades petroleras del sur de Veracruz. En el primer semestre de su gobierno, Veracruz estaba en el primer lugar de secuestros –de 1.87 por cada 100 mil habitantes, contra la media nacional de 0.45–, y la incidencia delictiva se había incrementado en 122%. Tan desesperados estaban los empresarios, que propusieron un juicio político contra el gobernador. Por supuesto, López Obrador se rio de la petición. García todavía más. Los empresarios comenzaron a dejar el estado. En siete meses de gobierno, entre el 30 y el 40% del sector productivo había huído por las extorsiones de los cárteles y las sanciones fatales por incumplimientos. De mil 179 homicidios dolosos en su primer año de gobierno, de acuerdo con la consultora TResearch, bajó la cifra a mil 179 al año siguiente, y la pandemia ayudó en 2021 (948) y 2022 (787), con una inercia todavía hasta 2023 (666). Pero en su último año, regresó la escalada de inseguridad, con un incremento de 73% en la incidencia delictiva en Veracruz, que es con lo que le entregó la entidad a Nahle.

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3er. TIEMPO: El alumno del Peje. Una de las prácticas más perniciosas y polarizadoras que dejó Andrés Manuel López Obrador fue atacar a periodistas y medios para provocar un daño reputacional y neutralizar o minimizar las críticas a los actos de gobierno, o mejor dicho en muchos casos, desgobierno. No es casual que los más incompetentes, como David Monreal en Zacatecas y Rubén Rocha Moya en Sinaloa, hayan recurrido frecuentemente al método, aunque quizás nadie como Cuitláhuac García, quien lo perfeccionó. Cuando asumió la gubernatura, presumió como lo hacía López Obrador, que su gobierno no serían igual a los del PRI o del PAN, y que iba a enfrentar la corrupción. Como su patrón, pura palabrería. En las primeras semanas de su administración comenzó a desmantelar el sistema anticorrupción, quitándole más del 50% de su presupuesto. A los tres meses desarcituló el Comité de Participación Ciudadana y al año siguiente impuso al frente del sistema anticorrupción a una exdiputada de Morena, con lo cual violó la ley estatal que impedía ocupar el cargo a una persona que en los cinco años previos hubiera tenido un puesto de elección popular. El Congreso local, controlado por Morena, la avaló de cualquier forma. La opacidad, la huella indeleble de los tiempos, aplicada en el guiñol veracruzano. Pero como no era suficiente, y el daño reputacional no alcanzaba a una periodista de investigación incansable, Claudia Guerrero, comenzó a hostigar, y llegó al extremo a mediados de 2023, de echarle a andar a la Fiscalía estatal, que le abrió carpetas de investigación y le giró citatorios para que fuera a declarar sobre supuestas imputaciones que le habían hecho en 2022, las cuales aún no sabe nadie de qué se trataban, si es que alguna vez existieron. Sara Lovera, una experimentada periodista, describió en ese momento que la persecusión de Guerrero formaba parte de un ambiente de amenazas e intimidaciones contra quienes informan. Su caso coincidió con otros dos de abuso del poder. Uno fue contra quien era secretario técnico del Senado, Manuel del Río Virgen, a quien le inventaron acusaciones de corrupción para minar su influencia en Veracruz, de las cuales salió exonerado, pero tras pasar un tiempo en la cárcel. Otro fue contra la jueza Angélica Sánchez Hernández, a quien acusó de estar vinculada al crimen organizado porque había dejado en libertad a un empresario al que había acusado del asesinato de un político. La jueza lo liberó porque el empresario demostró que el día del crimen se encontraba a mil kilómetros de distancia. López Obrador, una vez más, lo respaldó. En su gobierno se registraron más de 34 mil hechos violentos que dejaron casi cinco mil muertos y 30 mil herid