En un mundo interconectado donde las economías dependen unas de otras para el comercio, la aplicación de aranceles se convierte en una herramienta de doble filo. Por un lado, representan una medida proteccionista que puede proteger sectores clave de una economía nacional; por otro, pueden desatar tensiones diplomáticas y fracturar cadenas de suministro globales. En el caso de México, las advertencias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la aplicación de aranceles en caso de no frenar la migración y el tráfico de fentanilo, muestra cómo esta herramienta puede convertirse en un arma que trasciende lo económico.
Los aranceles son impuestos que un país aplica a los bienes importados con el fin de encarecer su costo en el mercado interno. Esto busca proteger a los productores nacionales de la competencia extranjera, fomentar la producción local y recaudar ingresos para el Estado. Sin embargo, estas medidas también elevan los precios para los consumidores y pueden llevar a represalias comerciales, afectando la economía en general.
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Históricamente, los aranceles han sido utilizados como una herramienta para reequilibrar economías, pero también como un instrumento de presión política. En una era de globalización, su impacto puede ser devastador para las economías interdependientes. El caso más representativo en la era moderna es la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que comenzó en 2018 bajo el primer mandato de Donald Trump. Estados Unidos aplicó aranceles a importaciones chinas por 360 mil millones de dólares, mientras que el país asiático impuso medidas recíprocas. Como resultado, el crecimiento económico mundial se desaceleró, las empresas enfrentaron costos más altos y consumidores de ambos países vieron reducido su poder adquisitivo. Otro caso significativo fue la aplicación de aranceles entre Estados Unidos y la Unión Europea en una disputa por subsidios a Airbus y Boeing. Este conflicto impactó a sectores como el del vino, las aceitunas y los productos tecnológicos, dejando a pequeños y medianos empresarios en situación crítica.
Durante su primer mandato, Donald Trump dejó claro su enfoque proteccionista con el lema America First. Y esto no es un déjà vu. En 2019, amenazó con imponer aranceles progresivos a todas las importaciones mexicanas, comenzando con 5%, si el gobierno mexicano no reforzaba sus esfuerzos para frenar la migración hacia Estados Unidos. Este tipo de presión comercial, disfrazada de política migratoria, puso en riesgo sectores cruciales como el automotriz, que depende de cadenas de suministro binacionales. Aunque se logró evitar la aplicación de estos aranceles, la amenaza generó incertidumbre económica y evidenció la vulnerabilidad de México frente a su principal socio comercial. La aplicación de aranceles enseña que el proteccionismo puede tener efectos colaterales severos. Por ejemplo, los agricultores estadounidenses fueron uno de los grupos más afectados por las represalias chinas en la guerra comercial, llevando al gobierno de Trump a destinar miles de millones de dólares en subsidios para mitigar las pérdidas.
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Para México, la lección es clara: depender excesivamente de un solo mercado expone a la economía a riesgos políticos y comerciales. La diversificación de socios comerciales y el fortalecimiento de la industria local deben ser prioridades estratégicas.
Los aranceles, lejos de ser una solución sencilla, son una herramienta que puede desequilibrar las economías globales si no se utilizan con precaución. Los casos de Estados Unidos y China, la Unión Europea, y otros muestran que las repercusiones suelen ir más allá de las fronteras nacionales. En un contexto donde la política y la economía están íntimamente ligadas, las amenazas de Donald Trump y las lecciones del pasado subrayan la necesidad de que los países busquen el equilibrio entre el proteccionismo y la cooperación internacional. Es cierto, ganamos un mes, pero la cuenta regresiva coloca al gobierno mexicano en un estado de tensión, aunque en el discurso se insista en que se mantiene la calma y la cabeza fría. No olvidemos que la cooperación internacional y la estrategia comercial son hoy más importantes que nunca.