México no ganaría un mes más con la nueva prórroga trumpista a la imposición de aranceles, de la que el presidente estadounidense se retractó; en realidad, perdería. De entrada, otro mes de planeación para amortiguar, o eliminar si fuera posible, los efectos de la política proteccionista del vecino del norte y dudoso socio comercial. Cada día está más claro que el país tiene que empezar a forjar un camino al desarrollo que no dependa solamente de un mercado común norteamericano que, para efectos prácticos, hoy está en entredicho y quizá ya ni siquiera existe.
El presidente Donald Trump puede darse el lujo de prolongar de forma indefinida la estrategia de las prórrogas para mantener a Canadá y a México en un puño, porque el tamaño y las condiciones de su mercado se lo permiten. Contra lo que dice, no recibió una economía en crisis y, a final de cuentas, su posición de jugador dominante hará que siempre se le escuche, aunque quienes son inteligentes cada día le darán menos valor a su palabra.
México, en cambio, no puede permitirse el lujo de jugar indefinidamente al gato y al ratón. La razón principal es que la estrategia de plazos mensuales impuesta por Trump disfraza como logro el evitar, mes con mes, los temidos aranceles, cuando en realidad más que una ventaja implica un enorme costo para el país. La medida solo genera incertidumbre y pausa todos los proyectos de inversión que podrían interesarse en México como destino, por lo menos hasta que las condiciones de largo plazo se aclaren.
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Trump juega al corto plazo para calificar el compromiso de México, pero en realidad lo hace para obtener concesiones adicionales en la negociación de México y Canadá, a cambio de su falsa benevolencia. De seguir así, después vendrán las exigencias y concesiones en materia comercial para revisar y renegociar el TMEC. Hoy las pequeñas prórrogas se convierten en un incentivo, muy pequeño y además falso, para seguir haciendo méritos ante el presidente de Estados Unidos, con el mediocre objetivo de ganar un mes más sin aranceles.
El principal problema de las prórrogas cortoplacistas es que con ellas y sin verbalizarlo, Trump va dinamitando cualquier posibilidad para México de aprovechar el nearshoring, si es que todavía queda algo, y eso es lo que le importa más al millonario que trabaja de presidente en Estados Unidos.
Tesla no viene a Monterrey como Samuel García prometió, porque instalará su fábrica en Texas. Apple acaba de anunciar una inversión de 500 mil millones de dólares en Estados Unidos para crear 20 mil empleos. Esas representan las inversiones que supuestamente dejarían China para relocalizarse en territorio mexicano, que hasta antes del 20 de enero era parte de Norteamérica. Esas son justo las inversiones que le interesan a Trump y las que está cazando con su amenaza arancelaria. Su estrategia va más allá, pues GMC y Ford ya han anunciado que evalúan trasladar algunas operaciones de México a los Estados Unidos, para evitar los aranceles trumpistas, y Nissan ya considera cerrar sus dos plantas de Aguascalientes para migrar a Estados Unidos. Ahí están las primeras señales de algo nuevo: el nearshoring que antes parecía una esperanza, hoy implica sacar las empresas también de México para llevarlas, con todo y los empleos, a los Estados Unidos
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Si el modelo trumpista resultará o no, es una incógnita, porque todavía nadie en su círculo ha explicado cómo piensan contener la inflación que su proteccionismo nacionalista provocará en Estados Unidos, pero es indiscutible que, por el momento, está causando un daño severo a México y a Canadá, porque tiene detenida toda la planeación y ejecución de inversiones privadas relacionadas con la exportación.
Los negocios, las empresas, incluso las inversiones especulativas, que son lo más volátil del sector privado, requieren además de seguridad jurídica brindada por los países donde se piensan asentar (ahí México no es ejemplar), de condiciones macroeconómicas estables, de reglas muy claras de asociación comercial, regional y global, y de pertenencia incluso a los mercados regionales en los que pretenden colocar sus productos. Eso es lo que Trump ha suspendido indefinidamente con su estrategia, pues hoy nadie puede asegurar ni que México aún pertenece comercialmente a Norteamérica, ni que el mercado común norteamericano sigue existiendo de forma plena.
Darle más concesiones al gobernante del norte a cambio de otro mes de gracia sería un error grave, porque con eso no cambiará nada.
@EnvilaFisher