El facho Elon Musk

19 de Abril de 2025, 03:56

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

El facho Elon Musk

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Raymundo Riva Palacio

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EjeCentral

1er. TIEMPO: Una relación simbiótica que explotará. La relación de Elon Musk es tan estrecha con Donald Trump, que los hijos del presidente le dicen “tío”, como empezó a llamarlo en octubre Kai Trump, la nieta del hombre más poderoso del mundo, por la familiaridad con la que llegaron a verlo en el otoño pasado cuando se mudó a Mar-a-Lago, tras la elección presidencial y pasaba prácticamente todo el tiempo con él. Su relación tiene apenas una década, de amor y odio. Comenzó con el repudio en 2016 cuando Musk, para entonces un audaz innovador, declaró a la cadena de televisión CNBC que no creía que Trump fuera la persona adecuada para ganar la Presidencia, y votó por Hillary Clinton. Trump ganó y con la victoria en la mano lo cooptó, nombrándolo miembro del Consejo Asesor Económico de la Casa Blanca. Duró nada porque cinco meses después de despachar en la Oficina Oval, Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo Climático de París. El fundador de Tesla, por definición y convicción, renunció de inmediato. En ese entonces, publicó The New York Times, Musk consideraba que Trump “era una especie de idiota”, por lo que no fue extraño que votara por Joe Biden en 2020. El reacercamiento con Trump se dio indirectamente, durante la pandemia, porque fue obligado a cerrar su planta de Tesla en el condado Alameda, a una hora al sur de San Francisco. Ignoró la orden y luchó en las cortes para mantenerla abierta, lo que le costó con los demócratas. En 2021 fue excluido de la cumbre con los más importantes constructores de autos eléctricos en la Casa Blanca, lo que lo empujó en 2022 a empezar a financiar candidatos republicanos y a radicalizarse. Sacó el extremismo que llevaba adentro y respaldó la Gran Teoría del Remplazo, desarrollada por el francés Renaud Camus en 2012, donde afirma que los inmigrantes blancos y morenos estaban realizando una colonización inversa de los europeos blancos “nativos”. Musk abrazó esta teoría etno-nacionalista, alejándose cada vez más de los demócratas, a quienes acusó de polarización y odio. Aun así, no creía que, por su edad, Trump debía ser candidato a la Presidencia, pero el atentado que sufrió en Pensilvania en junio del año pasado, lo hizo cambiar de opinión y volcó su apoyo por él. Musk se volvió un trumpista comprometido y Trump lo aceptó con los brazos abiertos, a él y a los 288 millones de dólares, que equivalen aproximadamente a seis mil millones de pesos. No hay una explicación clara sobre el porqué de una relación que en pocos meses ha sido tan intensa e íntima, que en una entrevista al alimón con Fox News en febrero, hubo varios momentos donde uno terminaba la frase del otro, y viceversa. Durante el arranque de la Presidencia de Trump, compartió reflectores con Musk, lo que ha llevado a muchos que conocen la historia del neoyorquino, a preguntarse cuánto más durará esta relación que parece simbiótica, pero no lo es. Dueños de enormes egos, el poder lo tiene Trump, aunque Musk sea la persona más rica del mundo.

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2º. TIEMPO: Un visionario tecnológico emproblemado. En su niñez, Elon Musk, que nació en 1971 en Pretoria, la capital de Sudáfrica, durante los años duros del Aparteheid, tenía autismo, estaba aislado, lo molestaban regularmente en la escuela y su padre, Errol Musk, lo maltrataba emocionalmente, de acuerdo con su biógrafo Walter Isaacson. No fueron tiempos fáciles. Ha hablado varias veces de ellos, de la cruel experiencia de crecer en aquella nación que aún no logra desterrar el racismo, y lo difícil que fue crecer en el seno familiar, donde su padre, un ingeniero adinerado, lo trataba mal. A los 17 años se fue a Estados Unidos, a estudiar en la Universidad de Pensilvania, y cruzó el país para ir a un posgrado en Stanford, que ni siquiera comenzó porque optó por empezar su carrera empresarial junto a su hermano, fundando una empresa de software, Zip2, que vendieron a Compaq por 300 millones de dólares en 1999. Su llegada al Silicon Valley no fue un paseo por el parque, sino una cruzada contra las normas establecidas. Haber violado la prohibición de cerrar su planta de Tesla durante la pandemia, solo fue un ejemplo de la manera disruptiva con la que se ha comportado, empujado por un ego de que lo hace ver como alguien que no teme arriesgarlo todo. En relativamente poco tiempo, Musk ha edificado una serie de imperios que hoy en día son pilares de la revolución tecnológica contemporánea y reflejo de su carácter. SpaceX, cuyos cohetes no solo desafiaban a la NASA, sino que reconfiguraban la dinámica del espacio, transformando el costo de la exploración espacial y haciendo posible el concepto de reutilización de cohetes. Starlink, la empresa global de telecomunicanes con teléfonos satelitales, mediante la cual podría conocer tanto como lo saben los gobiernos de los países más poderosos del mundo, que escuchan todas las conversaciones mediante el espionaje, pero él sin tanto costo ni inversión, de alguna forma consensuado y, además, le pagan por ello. Tesla es otra de sus empresas innovadoras, que confrontó a la industria automotriz y con la cual aspira a redefinir las reglas de movilidad y sostenibilidad. Y Solar City, reflejo de su obsesión de crear un futuro basado en la energía renovable, clave en su arquitectura global. Tesla y SolarCity son dos ejemplos de su capacidad para dominar industrias enteras, y SpaceX la que representa la verdadera manifestación de su ambición más profunda. No solo se trata de lanzar cohetes al espacio, sino de establecer la posibilidad de colonizar Marte, de hacer que la humanidad deje de depender de un solo planeta. Si el hombre llegó a la Luna en 1969, Musk se propuso ir más allá, y lo está logrando. ¿Qué pretende? Detrás de ese visionario, hay un hombre que quiere hacer de la humanidad una especie multiplanetaria. Pero no tiene raíces de salvador ni de un mesías. Atrás de él hay una historia compleja de decisiones y enfrentamientos, de conflictos personales y desafíos institucionales que podrían parecer, para muchos, producto de un guion de ficción, y para otros, su necesidad compulsiva de ser superior. Ingenuo, como lo está empezando a ver.

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3er. TIEMPO: El tiempo del presidente adjunto. Como todo personaje de su escala, Elon Musk se enfrenta constantemente a la contradicción: es el genio disruptivo que se juega su capital y su prestigio personal por un futuro incierto, al tiempo que se convierte en el blanco de sus contrapesos que siente que no siempre lo comprenden. Su relación con los medios, con los inversionistas y con los reguladores es tensa. La notoriedad de sus declaraciones, muchas veces tan polarizantes como extravagantes, han puesto en evidencia su complejidad emocional, política y empresarial. ¿Es un genio incomprendido? ¿O un hombre cuyos intereses personales y financieros están demasiado entrelazados con sus sueños de grandeza? En la combinación de todos los factores, persuadió a Donald Trump qué lo que necesita para ponerle mejores ruedas a su Presidencia es achicar el gobierno y a Estados Unidos en el mundo, sin importar lo que piensen los estadounidenses y la sociedad global. El resultado no ha sido bueno. Trump lo puso a cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental, para lograr ahorros en el gasto y en las nóminas de la burocracia por 500 mil millones de dólares anuales. Sacó el hacha y está en el proceso de liquidar a tres millones y medio de empleados federales, que activó no solo protestas crecientes en el país contra él y Trump, sino también resistencias internas en el gobierno y confrontaciones floridas entre personajes influyentes, como el secretario de Estado, Marco Rubio. De todas las áreas han llovido críticas por decisiones un tanto absurdas, como liquidar a los controladores aéreos cuando los accidentes se habían incrementado (se ha cancelado el despido masivo), o la reducción del gran aparato de la diplomacia en el mundo, con lo cual se reducirá la esfera de influencia que tuvo Estados Unidos por casi 80 años. Con su tacto de paquidermo, Musk también se ha ganado la animadversión externa. Su cercanía de cómplice con Trump y la percepción que actúa -y lo dejan- como un presidente adjunto, con el desarrollo de proyectos para influir en las elecciones en el Reino Unido y Francia para impulsar a candidatos de extrema derecha, convirtiendo también algunas de sus empresas en brazos político-ideológicos, está teniendo rendimientos decrecientes. La Unión Europea está en el proceso de romper sus vínculos con Starlink y reemplazarla con empresas europeas, como consecuencia del bloqueo de las comunicaciones del gobierno de Ucrania, afectándola en su guerra contra Rusia. Sus expresiones que llamaron nazistas tras la victoria de Trump, provocó la caída de las ventas de Tesla en Europa en 40%. Para febrero, su valor de mercado habia caído un trillón de dólares. La imposición de aranceles al mundo, por su proximidad con Trump, también le está costando, por lo que reportes en la prensa estadounidense sostienen que le pidió al presidente que reculara. Musk todavía no parece un lastre para Trump, pero se está acercando. El mismo presidente ha sugerido que se acerca el tiempo para que regrese a dirigir Tesla, porque además su encargo en el gobierno no será para siempre. Audaz, excéntrico, y sobre todo, con una vocación inquebrantable de transformar el mundo, Musk parece estar llegando al final de un ciclo, en Estados Unidos y en el mundo que le están diciendo que ya se cansaron de él.

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