La Feria del Caballo de Texcoco se convirtió en el inesperado frente de la última guerra cultural del país. El cantante Luis R. Conríquez se negó a interpretar algunas de sus canciones más famosas, corridos que hablan sobre, y en ocasiones ensalzan, la vida de figuras de carne y hueso del mundo del narcotráfico.
El músico, que se autocensuró por la amenaza del Gobierno del Estado de México de proceder penalmente en contra de los cantantes de narcocorridos, abandonó el escenario entre abucheos e insultos que precedieron a una bronca con botellas de cerveza y sillas al vuelo, instrumentos usados como armas y el recinto arrasado. Tal fue la dimensión de la pelea y del debate, que la presidenta Claudia Sheinbaum, salió al paso en su Conferencia del Pueblo, para asegurar que el camino no es la prohibición, sino la concientización.
La presidenta aseguró que no se ha prohibido la música, aunque en algunos estados como Nayarit, haya sido así, y los corridos tumbados no pueden interpretarse en eventos masivos, ya sean públicos o privados.
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La mandataria amplió el foco: no sólo sobre la música, también respecto de las series de televisión. Asimismo, celebró que, a pesar de la violencia en Texcoco o los vetos, las últimas semanas se ha reabierto un debate que enriquece a México. A continuación, algunos comentarios al respecto:
Los corridos tumbados han revuelto México. Por una parte, un sector de la población los considera una apología de los cárteles y los grupos criminales que han sembrado el país de cadáveres y desaparecidos; por otra, como la respuesta cultural de las nuevas generaciones a dos décadas de guerra contra el narco.
El debate sobre los narcocorridos y los corridos tumbados, presente desde hace años con mayor o menor intensidad, se intensificó a finales de marzo cuando el grupo Los Alegres del Barranco, durante un concierto en una sala de la Universidad de Guadalajara, mostró imágenes del líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, mientras interpretaba una canción que ensalza al sanguinario capo. Apenas unas semanas antes, México había descubierto el horror del rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco. El país, todavía conmocionado por el macabro hallazgo, se indignó con el homenaje a los verdugos. Estados Unidos anunció que retiraba las visas de los integrantes del grupo. El corrido sobre El Mencho alcanzó el número uno en la lista de la prestigiosa lista Billboard.
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Tras el veto estadounidense, otros estados mexicanos siguieron su estela. El gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, prohibió cualquier presentación pública que haga apología del narco; medidas similares tomaron sus homólogos de Nayarit, Guanajuato, Sinaloa, Chihuahua, Quintana Roo y del Estado de México.
Las polémicas decisiones han generado un acalorado debate sobre la libertad de expresión y los límites de la censura estatal que vivieron su punto de máxima tensión en la Feria del Caballo.
Por parte de los músicos, se abren dos frentes: las bandas que se desmarcan de los corridos, ya sea por convicción o por obligación, como Grupo Firme o Luis R. Conríquez, y los que permanecen callados, como los principales exponentes del género, temerosos de perder también sus visas estadounidenses, en un mercado clave.
* Diputado local por el Distrito 15 de Iztacalco
X: @PabloTrejoizt