El Big Brother del Crimen Organizado: ¿Quién vigila a quién?

27 de Enero de 2025

Pablo Reinah
Pablo Reinah
Periodista con 28 años de experiencia en televisión, radio y medios impresos. Ganador del Premio Nacional de Periodismo 2001, ha trabajado en Televisa, Grupo Imagen y actualmente conduce el noticiero meridiano en UNOTV. Ha colaborado en medios como Más por Más, Excélsior y Newsweek. Es autor del libro El Caso Florence Cassez, mi testimonio y asesor en medios de comunicación.

El Big Brother del Crimen Organizado: ¿Quién vigila a quién?

Pablo Reinah columnista

Dondequiera que estés, alguien podría estar observándote. Un fenómeno alarmante ha comenzado a cobrar fuerza en diversas ciudades del país: el crimen organizado ha logrado instalar cámaras de vigilancia que no solo monitorean las calles, sino que vigilan a las autoridades, ciudadanos y actores políticos, cuestionando así el verdadero control del Estado sobre su territorio.

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Recientemente, en Chiapas, 35 cámaras de seguridad fueron desmanteladas en Mapastepec, las cuales, según las autoridades, estaban vinculadas a grupos criminales. Un hecho similar ocurrió en Sinaloa, cuando en Culiacán se aseguró un centro de monitoreo privado que, aunque no se encontraba vinculado al C4I estatal, claramente tenía la capacidad de realizar un seguimiento de movimientos en la ciudad. En San Luis Potosí, el crimen organizado también desmanteló una red de cámaras ligadas a su estructura, lo que confirma que esta tendencia no es un hecho aislado, sino una estrategia creciente y sofisticada por parte de los grupos delictivos.

El control más allá de las armas

Todo indica que el control territorial no solo se mide por la presencia armada en las calles. Hoy en día, el crimen organizado ha logrado penetrar en las estructuras de seguridad y vigilancia de las ciudades, instalando cámaras que parecen ser un simple recurso tecnológico, pero que, en realidad, se han convertido en una herramienta estratégica para monitorear a las autoridades y a la población. Este control, silencioso pero efectivo, evidencia una de las grandes crisis de seguridad en el país: la incapacidad del Estado para garantizar el control total de sus propios recursos y territorios.

Estos grupos no solo cuentan con poderío armado, sino con una capacidad económica y organizativa que incluye el uso de tecnologías avanzadas para sus fines ilícitos. La instalación de cámaras de vigilancia les permite anticiparse a las acciones de las fuerzas de seguridad, detectar movimientos sospechosos e incluso controlar zonas donde la presencia de la policía es mínima o inexistente. Mientras tanto, las autoridades, lejos de desmantelar esta red con eficacia, se ven rebasadas por un fenómeno que sigue creciendo.

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El mensaje del control

El simple hecho de que el crimen organizado haya logrado infiltrar sus propios sistemas de monitoreo es un mensaje claro: el control ya no está en manos de las instituciones de seguridad, sino en las de aquellos que operan al margen de la ley. Este fenómeno no solo debe preocuparnos por las implicaciones que tiene en términos de seguridad, sino también por la pérdida de confianza que genera en la ciudadanía. La gente, al ver que sus movimientos están siendo vigilados por actores externos, se siente más vulnerable, menos protegida por las instituciones y, lo peor, se desilusiona al ver que el Estado no puede ofrecerles la seguridad básica que toda persona merece.

¿Cómo recuperar el control?

La pregunta es: ¿cómo pueden las autoridades recuperar el control sobre los territorios y garantizar que las cámaras de vigilancia, que deberían ser una herramienta de seguridad pública, no terminen siendo un aliado del crimen organizado? La respuesta no es sencilla. Implica no solo un fortalecimiento de la tecnología de vigilancia, sino una reestructuración de los cuerpos de seguridad, la eliminación de la corrupción al interior de las fuerzas del orden y, por supuesto, la creación de estrategias más efectivas para luchar contra los grupos criminales.

La ciudadanía, que ha sido históricamente la víctima de la violencia y la inseguridad, también juega un papel clave en la construcción de una sociedad más segura. Con una participación activa, el compromiso con la denuncia y una colaboración efectiva con las fuerzas de seguridad, es posible frenar la creciente invasión de la criminalidad en cada rincón del país.

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Un llamado de atención para las autoridades

El fenómeno de las cámaras del crimen organizado debe ser un llamado de atención para todas las autoridades: no basta con combatir la violencia con más armas o más patrullas; es necesario entender cómo los grupos delictivos han logrado infiltrarse en sistemas de vigilancia que deberían estar al servicio de la sociedad. Es hora de que el Estado recupere el control, no solo de las calles, sino también de las herramientas tecnológicas que hacen posible la seguridad pública.

La lucha por la seguridad en México está lejos de ser fácil, pero si no se toman medidas urgentes y efectivas, corremos el riesgo de ver cómo los grupos criminales siguen avanzando, ganando terreno y ganando la batalla de la vigilancia. ¿De quién nos cuidamos realmente? Esa es la gran pregunta que, en estos momentos, nadie puede responder.