1.
En The Art of the Deal (Trump&Schwartz, 1987), Donald Trump se autodefine como impredecible, con gusto por la intimidación y llevar al límite las situaciones para obtener el máximo de ventajas y ganar, siempre ganar. Próximo a asumir por segunda vez el poder presidencial en los Estados Unidos, es así que el vociferante Trump ha puesto a temblar al mundo, que está tomando en serio las amenazas de imposición de aranceles y límites a la participación de Estados Unidos en organizaciones multilaterales y militares, como la OMC y la OTAN, ambas vitales para Occidente. En tal tesitura, golpea a los países o regiones que considera en igualdad de circunstancias, como China, la Unión Europea o Rusia, pero trata con mayor dureza a aquellos que sabe son más dependientes, como sus socios en el Acuerdo Comercial Trilateral, Canadá y señaladamente, México.
2.
No obstante, los mercados están descontando su histrionismo y le limitarán en las exageraciones. De hecho, existe un relativo entusiasmo en las Bolsas de Valores, por lo que habrá de ser parte importante de su política económica el reducir impuestos a las grandes corporaciones, así como desregular y retirar a Estados Unidos de la lucha medioambiental y las energías renovables, volviendo al imperio de los combustibles fósiles (“perforar, perforar, perforar”, dice una y otra vez).
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3.
Por lo pronto, insiste en la imposición de aranceles a todos y por todo, que son impuestos unilaterales al comercio propios de la era anterior al GATT (1948, Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio) y a la OMC (1995,Organización Mundial de Comercio, sucesora del GATT); a China, amenaza con 10% más de lo que ya le aplican, y hasta de 200% en el caso de automóviles eléctricos; para México y Canadá, la pena será de 25% si no le cumplen las exigencias en otros rubros como seguridad fronteriza, migración y fentanilo; a Europa y los tigres del Sudeste Asiático, otro 10%, ¿por qué no?
4.
El colmo es confundir el balance comercial con subsidios, al señalar que los Estados Unidos “subsidian” con 100 mil millones de dólares a Canadá y hasta con 300 mil millones a México, suponiendo que los saldos de comercio son transferencias de recursos, cuando se refieren al estilo inusual de una sociedad y economía basados en el alto nivel de consumo de bienes y servicios, es decir, el American Way of Life. Juega con que no importa que los precios internos suban, algo que no podría permitirse, pero Trump sabe que con ello eleva la apuesta sobre el acuerdo trilateral de comercio, de inminente revisión el año próximo. Conforme al Proyecto 25 de Heritage Foundation, el think tank trumpista, la política económica de la próxima administración se basa en la reducción de impuestos a las corporaciones, de 21 a 15%, y hasta de 100% si se produce en los Estados Unidos, el control del gasto y la fijación de aranceles a los competidores. Si los consumidores pagan costos extras o la inflación repunta, es algo que en principio no le preocupa demasiado.
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Es indudable que Trump apretará la agenda: migración, frontera segura, deportaciones masivas, persecución de ilegales, combate a los cárteles (hasta con amagos de “invasión suave”), fentanilo y muro fronterizo, a cambio de renovar el acuerdo de comercio trilateral. Qué bullying, eso de ser una estrella más de Estados Unidos o referirse a Trudeau como gobernador. Ahora metió el déficit comercial, luego irá sobre remesas, turismo, productos agropecuarios, energía y relocalización conforme al proyecto Texas (seguridad, certeza y energía barata más incentivos fiscales). Es “The art of the deal”, desde luego aplicado a su visión de una gran negociación con el resto del mundo en donde, a diferencia de su primer periodo cuando todos querían pelear con él, ahora todos quieren y tendrán que negociar con él. Véase tan sólo que hay ocho empresarios multimillonarios, negacionistas y odiosos de México en sus nominaciones al Gabinete, en tanto que del lado mexicano, la austeridad y pobreza franciscana podrían significar una gran desventaja.