1.
Los mercados crujen mientras un agresivo Donald Trump continúa dinamitando el orden mundial y la democracia en casa. En Estados Unidos (NYT) incluso dicen que un escalofrío recorre el país al haberse cruzado la línea hacia alguna forma de autoritarismo. En círculos de pensamiento estadounidense, las reflexiones –y hasta el nivel de aprobación presidencial, que ha descendido a niveles del 40% según algunas mediciones— hacen ver el surgimiento de un orden autoritario que hará reventar el ya antiguo orden liberal de los últimos ochenta años. Es más fácil hacer estallar lo que hay, que crear un nuevo orden mundial, dicen en el Council on Foreign Relations, pero pretendiendo ser grandes otra vez, los Estados Unidos dejarán de ser la única superpotencia dominante para dar paso a un orden de tres superpotencias basado en la fuerza y la amenaza mutua, que es lo que finalmente resultará con Rusia y China. No en vano ironizan que con un presidente como Trump, Estados Unidos habría perdido la guerra fría.
2.
Hicieron falta ocho décadas para establecer las reglas de la interacción global de la posguerra y a pesar de sus defectos, el sistema internacional aún prevaleciente logró evitar la guerra entre superpotencias y fomentar la interdependencia económica y la democracia. Pero ahora, líderes autoritarios (aliados con oligarquías) enfrentan a las democracias, que no tienen la constancia ni la permanencia de esos líderes autoritarios como Putin o Xi, a los que tanto quiere parecerse Trump. Pero reinventar el mundo no es tan fácil. Europa, por ejemplo, reaccionó con unidad para apoyar a Ucrania, considerada la línea de defensa de la libertad y los valores occidentales. Habrá de elevar el gasto militar, construir un paraguas nuclear y buscará ser independiente y convertirse en un actor global. Dependerá de Europa aceptar el desafío, dice el presidente francés, Emmanuel Macron.
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3.
Por vez primera, Occidente muestra fisuras. También se incrementa el riesgo global, pues todo el mundo habla de guerra, preparativos y rearme. Todos enseñan los dientes para defender la paz, pero están en una escalada armamentista. Alemania ha anunciado, según el nuevo gobierno de Friedrich Merz, un plan de reequipamiento de 500 mil millones de euros. Francia pondrá el paraguas nuclear. A Putin le gusta recordar a Napoleón y a Hitler, Polonia quiere duplicar su ejército en tanto Trump doblega a Ucrania.
4.
En el plano interno, los académicos se preguntan si la democracia estadounidense, la más antigua del mundo en los Estados nacionales según Alexis de Tocqueville –la de los griegos sólo ocurrió en una ciudad-Estado, Atenas— podrá resistir la embestida autoritaria y autocrática del tío Trump en su segundo intento por demolerla. La existencia de pesos y contrapesos está siendo minada con la sucesiva captura del Congreso, el Poder Judicial y la destrucción del gobierno administrativo emprendida por Elon Musk, el locuaz empleado sin puesto, pero esto no será para siempre. La democracia, dicen prestigiosos estudiosos como Larry Diamond, de Stanford, ha mostrado ser resiliente y la oposición demócrata, si bien poco visible ahora, existe y es bastante sólida en tanto partido político y posiciones en 23 Estados, un sinfín de ciudades y condados y muy cerca de la mitad de la Cámara de Representantes, donde sólo un legislador hace la diferencia.
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5.
La economía estadounidense se ve menos estable cada día. El caos arancelario estimula el estancamiento de inversiones. Los despidos aumentan, alimentados por la imprudencia de Elon Musk, el gasto del consumidor disminuye en 11 puntos en un mes, la revisión del crecimiento esperado del PIB decrece rápidamente, la inflación podría repuntar y la FED ha decidido postergar la reducción de tasas, que significaría el principal paso hacia la normalización de la economía. Nada es para siempre y algún día de Noviembre dejará de llover, dice una popular canción. (November Rain, Gun&Roses). Esta vez no será la excepción. La clave será resistir estos próximos dos años, hasta la elección intermedia.