El insólito oprobio a la corona española y la raquítica lista de líderes con asistencia confirmada a la investidura de Claudia Sheinbaum retratan el aislamiento de México en el mundo y el quiebre con naciones hermanas. Faltando una semana para el traspaso de poderes, Sheinbaum decidió no invitar al rey Felipe VI, sin importarle que la Constitución española reserva al monarca la más alta representación del Estado en el ámbito internacional. El primer ministro español llamó “inaceptable” la exclusión del rey y rechazó participar a ningún nivel. El agravio fue el último capítulo en la crisis política sexenal que provocó el presidente López Obrador en 2019, cuando demandó al rey, que goza de alta popularidad en su país, disculparse por la Conquista. En lugar de comenzar con el pie derecho, Sheinbaum hizo suyo el pleito que justificó alegando que Felipe VI no respondió la petición de perdón.
Uno esperaría que la investidura de la primera mujer presidenta en Norteamérica despertara el ánimo y el entusiasmo de los gobiernos de las grandes y pequeñas democracias del mundo, pero no fue así. Solo 16 jefes de Estado y de Gobierno habían aceptado participar a mediados de mes. Trece de Latinoamérica y del Caribe, y tres de África. Ninguno de peso y ningún europeo. Estados Unidos y Canadá, nuestros vecinos y socios más importantes, serán representados por Jill Biden, la primera dama, un gesto más de amistad que de carácter oficial, y por la viceprimera ministra canadiense.
Y es que para muchas mexicanas –la autora de estas líneas incluida–, haber alcanzado la cúspide del poder más por el sometimiento a los dictados de un hombre autoritario que por otra cosa, eclipsa el hito histórico de ser la primera mujer presidenta de México. A este desanimo se suman claras señales de que la nueva presidenta seguirá la política exterior de su mentor sin aparente margen de autonomía. Sheinbaum informó recientemente que hará muy pocos viajes al extranjero porque su tarea principal es gobernar México como si se contrapusieran; lo mismo que López Obrador. Consecuentemente, rechazó la invitación del presidente de Ucrania para visitar el país invadido por Rusia bajo el pretexto de la “neutralidad”; igual que Andrés Manuel. Incumplió el tradicional simbolismo de conceder sus dos primeras reuniones diplomáticas como presidenta electa a los líderes de nuestros vecinos, Estados Unidos y Canadá; lo mismo que López. “El presidente y yo no somos la misma persona”, aclaró defensiva.
Diplomáticos esperanzados en un golpe de timón me dicen que el perfil de un canciller muy cercano a ella, que ha mostrado sensatez en momentos clave, pudiera llevar a pensar que sí habrá cosas que se lleven a cabo de manera diferente. Pese a su escasa experiencia diplomática, Juan Ramón de la Fuente emanó buena vibra con sus votos de condena a la invasión rusa de Ucrania al inicio de la guerra de conquista cuando fue representante en la ONU. Sin embargo, la injustificada invitación a la investidura de Sheinbaum del dictador ruso que sigue masacrando a civiles y secuestrando a niños de ese país, indica que su influencia sobre ella es limitada o que coincide plenamente con el manejo ideologizado e ignorante de la diplomacia de López.
Hasta ahora Sheinbaum no ha hecho designaciones en el extranjero que puedan delinear un perfil de continuidad o de cambio. No se sabe si nombrará a diplomáticos de carrera, políticos corruptos a quienes le debe favores o ineptos militantes partidistas que responden a Morena, no al Estado. Botón de muestra son el video viralizado de la cónsul en Estambul amenazando enojada con suspender el Grito y el cónsul morenista de Denver lambisconeando a la próxima presidenta. Ambos violaron el Artículo 41 de la Ley del Servicio Exterior que prohíbe el partidismo en las representaciones diplomáticas. “Para el SEM vienen más años flacos, flaquísimos y el efecto acumulado será devastador”, me dijo un diplomático de carrera.
Queda esperar que el nuevo gobierno recupere la tradición de nuestra política exterior, retorne al poder moral de creer en el derecho internacional, en las instituciones multilaterales, en las relaciones diplomáticas cordiales y de respeto, en el fortalecimiento de alianzas y amistades, y reviva la visión humanista de solidaridad con los pueblos violados por ejércitos invasores y oprimidos por dictadores regionales. En resumen, esperar que la primera presidenta mujer sea una buena gobernante que honre su responsabilidad con México y el mundo sin ataduras machistas.