In memoriam a mi hermano Arsenio
Saltillo, marzo, 2025
Entre victimización, teatralidad y dramatización de efectos mediáticos, el pasado 2 de abril desde la Casa Blanca el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio a conocer su esquema arancelario para el mundo, sin distinguir aliados o contrincantes, a lo que llamó “Make America Wealthy Again”, para redefinir las reglas del comercio internacional, según su concepto egocéntrico, en un escenario de “emergencia nacional”.
Esa fecha fue llamada por el mandatario “Día de la Liberación”, para devolver a Estados Unidos su independencia económica (tanta verborrea marea, recuerda aquella oratoria populista de un recién presidente mexicano de cuyo nombre no quiero recordar), en un sistema económico mundial impuesto y defendido por Estados Unidos, de libre mercado, y que hoy pretende virar al proteccionismo local, dicen especialistas.
El presidente asegura que su país ha sido víctima del comercio internacional, de altos déficits comerciales y de países que se aprovecharon de la buena voluntad del suyo. También ha dicho que los aranceles es un asunto de seguridad nacional, por la alta dependencia de Estados Unidos en importantes sectores como medicamentos, transporte y tecnología. Dijo que esa fecha será recordada como el día en que la industria estadounidense renació, de un sistema en el que su país ha sido saqueado y esquilmado, donde los contribuyentes han sido estafados por más de 50 años.
Estamos frente a un esquema de relaciones económicas internacionales de trompadas, que podría derivar, dicen analistas, en recesión en muchas partes y en la fractura, seguramente, de alianzas, no sólo comerciales, sino también políticas y diplomáticas internacionales.
México y Canadá recibieron el mismo trato y no están incluidos en la lista de aranceles recíprocos. Obvio que este trato privilegiado respondió a la integración económica regional del norte per se y al humor y percepción del presidente Trump y no a negociaciones con líderes mexicanos o canadienses.
Todos los productos de importación de cualquier parte del mundo tendrán un arancel generalizado de 10%; el acero y el aluminio del 25%, así como la importación de automóviles.
Se consideran aranceles adicionales para países que Estados Unidos considera de prácticas desleales o con barreras comerciales, por ejemplo, China tendrá un aumento del 34%, Corea del Sur y Japón del 24% y la Unión Europea del 20%.
Aseguran economistas que México tendrá un paquete arancelario de los más bajos por exclusiones del TMEC. Los aranceles que se le aplican serán sobre el acero y al aluminio en 25%, así como a los automóviles, salvo de las autopartes producidas en Estados Unidos. Debido a que alrededor del 38% del valor se hace en aquel país, los automóviles producidos en México tendrían un arancel promedio del 15%. Si las autopartes cumplen con lo estipulado en el TMEC, será aplicado un arancel de cero por ciento.
El resto de las exportaciones mexicanas tendrán un arancel del cero por ciento si cumplen con el TMEC y de 25% para los productos que no lo hagan. Según especialistas, alrededor del 29% del universo mexicano se exportaría con arancel cero y el restante con 25%.
Según Trump, si México llegara a controlar el tráfico de fentanilo y migratorio, el índice arancelario del 25% podría reducirse al 12% para los productos que no cumplen con el TMEC. Observadores opinan que es probable que México no incremente los aranceles a Estados Unidos en espera de negociaciones. En este marco, México podría tener un crecimiento en 2025 de 0.1% y podría crearse una desaceleración a nivel global.
Por lo pronto, el fin de semana pasado explotaron manifestaciones en varias ciudades de Estados Unidos, en rechazo al presidente y a su asesor, Elon Musk, “Hands Off”, fue el lema ante el universo de propuestas del presidente, económicas políticas y sociales. La pregunta es qué respuesta tendrá el presidente y hasta donde está dispuesto a llegar, en tanto México mete las manos como puede para defenderse de las trompadas.