Ahora que estamos por cerrar el 2024, comienzan a verse los vientos que traerá la política mexicana para 2025. Vemos un país con una fuerza política a la que la sociedad mexicana decidió otorgarle todo el poder, gobernando 24 estados, 25 Congresos Locales, el Congreso de la Unión y la Presidencia de la República, volviendo a Morena prácticamente un monopolio de la representación democrática en México, creando un escenario donde no existen pesos y contrapesos, solo existe todo el poder. Ante ello surge una pregunta que llama a reflexionar. Si todo lo ganaron en las urnas, ¿Por qué habría de sorprendernos? ¿Acaso no fue siempre una posibilidad?
Con un escenario como el que vivimos donde podría decirse que un solo partido dominó el juego, 38.9502% de los mexicanos decidieron no jugarlo. En un contexto donde cada vez ocurren más cambios, quizá es momento de replantearnos la obligatoriedad de ciertos derechos y que más allá de ser derechos, se vuelvan obligaciones, hablando en específico del voto. Sin embargo, ¿Creen que algo cambiaría en el dominio del poder político con el voto obligatorio llevado a la práctica? No lo sabemos, pero podríamos averiguarlo.
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Este tipo de temas deben analizarse y encontrar foros de conversación para desahogar inconformidades, como las que históricamente han tenido lugar en la democracia mexicana, para que no haya cabida a duda y se incremente el nivel de competencia política, al igual que la calidad de la oferta que presente esta clase, que al verse obligada a ser atractiva ante la totalidad de electores, deba mostrar cada vez más y mejores propuestas para después llevarlas a la acción.
Esto se antoja deseable en un contexto donde las conversaciones más relevantes en cuestión de análisis político están próximas a ser quien será el candidato o candidata que ganará la interna de un partido, pues en escenarios de baja competencia electoral, el partido en el poder podría parecer tener amplia preferencia y ventaja en contiendas electorales ante escenarios que aún están a muchos meses de ocurrir. Sin embargo, para mantener todo el poder el partido dominante debe buscar más puentes de diálogo con el electorado para seguir vigente en el ideario colectivo.