Carter y JLP, vecinos distantes

7 de Enero de 2025

Dolia Estévez
Dolia Estévez

Carter y JLP, vecinos distantes

Dolia Estévez

La llegada de Jimmy Carter a la Casa Blanca en enero de 1977 coincidió con el descubrimiento de vastas reservas petroleras en México que convirtieron al país en potencia energética mundial. Frente a la inestabilidad política en Medio Oriente y con el auge del fanatismo clerical antiamericano en Irán, la nueva riqueza petrolera mexicana despertó el apetito geoestratégico del vecino del Norte. “Los nuevos descubrimientos... ofrecen a Estados Unidos una nueva e importante fuente de petróleo menos vulnerable a los sucesos políticos y militares que existen fuera del hemisferio”, decía un memorando del Consejo Nacional de Seguridad dirigido a Carter.

El nuevo equipo de seguridad nacional y política exterior no sabía bien cómo manejar una relación tan compleja entre dos vecinos tan diferentes, descrita por Alan Riding en su clásico Vecinos Distantes años después, pero Carter, quien había estado en México varias veces y hablaba algo de español, estaba determinado a mejorar los lazos bilaterales. De ahí que tuvo algunas deferencias: concedió a López Portillo, investido un mes antes que él, el honor de la primera visita de Estado de un líder extranjero en febrero de 1977 y complació su petición de enviar de embajador a un político anglosajón de pura cepa.

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Con el interés de elaborar un enfoque integral, Carter ordenó la revisión más ambiciosa jamás realizada sobre México (Memorando de Revisión Presidencial NSC-4, noviembre 1978). Con la participación de 14 dependencias federales y hasta 48 funcionarios, el objetivo era presentar una propuesta “centralizada y coordinada” de los principales asuntos que estaban afectando la relación. Tras intensas deliberaciones, se llegó al consenso de que explotar aceleradamente las reservas petroleras mexicanas corría el riesgo de desestabilizar al país y era mucho más importante evitar un desenlace de esa naturaleza que tratar de reducir la dependencia estadounidense de Medio Oriente o elevar la producción mundial. En dicho documento de 120 páginas, cuyo preámbulo fue clasificado de “secreto” y el resto de “confidencial”, se emitió una serie de recomendaciones que pasaron a ser las bases de la política hacia México en la presidencia de Carter. La relación con México tendría como bases el respeto y las consultas de alto nivel. Para tales efectos, Carter nombró a Robert Krueger embajador plenipotenciario y coordinador de asuntos mexicanos en el Departamento de Estado, cargo que resultó decorativo, pues la relación con México la manejaban el Secretario de Estado, Cyrus Vance, y el asesor presidencial de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski.

Carter ralizó una visita de Estado a México en febrero de 1979. En la comitiva que lo acompañó destacaba Leonard Bernstein, icónico director musical y compositor quien, en un concierto memorable en Bellas Artes, dirigió la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México con un programa que incluyó “El Salón México” de Copland para deleite de López Portillo. En la cena que siguió en la residencia del embajador, Bernstein cantó canciones románticas en español y López Portillo le hizo segunda. Cuentan que Rosalynn Carter se molestó porque su esposo se sintió excluido al no conocer el repertorio de boleros mexicanos. Con todo, lo que mejor se recuerda de esa ocasión fue el brindis de Carter en el que se refirió a la venganza de Moctezuma que lo aquejó en un viaje previo. “Fue un comentario muy desafortunado. La economía mexicana depende mucho del turismo y lo último que necesitaba era que el presidente se pusiera a hablar de la venganza de Moctezuma”, me dijo el Embajador Patrick Lucy años más tarde.

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Pese a las buenas intenciones de Carter, desacuerdos en torno a los precios del gas y la negativa de López Portillo a continuar asilando al Sha de Irán generaron fuertes tensiones. Al final de su presidencia, la relación no había mejorado, sino más bien empeorado. López Portillo adoptó posiciones populistas ante Estados Unidos, lo que contribuyó al deterioro de la relación. Como sus antecesores, jugó la carta antiamericana para provocar a Washington y congraciarse con la izquierda nacional.

Cuando Carter rehusó hacer concesiones en los precios del gas, López Portillo defendió con fervor nacionalista los recursos energéticos de lo que tildó de conspiración para “arrebatar a México” su patrimonio nacional. En Mis Tiempos, sus memorias, sostiene que Carter le dijo, sin testigos presentes, “que no temiera invasiones armadas o represalias” de su país. Quizá fue para mitigar su paranoia, aunque no hay constancia de ese presunto diálogo. Carter fue, ante todo, un pacifista defensor de la democracia y los derechos humanos que entendió la conexión entre la seguridad nacional de Estados Unidos y la estabilidad interna de México. El presidente #39 de Estados Unidos falleció el 29 de diciembre. Será despedido en un funeral de Estado este jueves en Washington.