México y el nearshoring

25 de Noviembre de 2024

Julieta Mendoza
Julieta Mendoza
Profesional en comunicación con más de 20 años de experiencia. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y tiene dos maestrías en Comunicación Política y Pública y en Educación Sistémica. Ha trabajado como conductora, redactora, reportera y comentarista en medios como el Senado de la República y la Secretaría de Educación Pública. Durante 17 años, condujo el noticiero “Antena Radio” en el IMER. Actualmente, también enseña en la Universidad Panamericana y ofrece asesoría en voz e imagen a diversos profesionales.

México y el nearshoring

Julieta Mendoza - columna

Con el horizonte económico global en transformación, México tiene ante sí una oportunidad que podría cambiar el rumbo de su desarrollo: el nearshoring.

Esta estrategia, surge de la necesidad de reconfigurar cadenas de suministro frente a tensiones geopolíticas y desajustes en el comercio internacional, y podría ser el impulso clave para que nuestra economía crezca entre 2% y 3% hacia 2025, como se propone en el Paquete Económico que se discute en el Congreso Federal. La combinación de una ubicación privilegiada, acuerdos comerciales sólidos y una industria en expansión posicionan a nuestro país como el terreno fértil donde grandes corporaciones buscan establecer sus operaciones. ¿Estamos listos para aprovechar esta coyuntura y transformar un desafío global en una nueva era de crecimiento?

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El nearshoring ofrece múltiples ventajas: reduce costos, minimiza riesgos logísticos y capitaliza beneficios como la proximidad geográfica, la afinidad cultural y las condiciones comerciales favorables. El reto será aprovechar plenamente esta oportunidad y fortalecer la infraestructura, incentivar el capital humano, brindar certidumbre jurídica y sostenibilidad energética. Si consideramos que el nearshoring se ha fortalecido gracias a tres factores importantes: las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, que han llevado a las empresas a diversificar sus cadenas de suministro; la interrupción logística generada por la pandemia de COVID-19, y la tendencia hacia la regionalización de la producción para reducir costos y tiempos de transporte, los dados están a nuestro favor. Como principal socio comercial de Estados Unidos y miembro del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), nuestra nación se encuentra en una posición estratégica para capitalizar dichas dinámicas globales.

Esto no ha pasado desapercibido para las economías más especializadas. Sectores como la manufactura avanzada, la industria automotriz, la electrónica y los dispositivos médicos han manifestado un creciente interés en establecer operaciones en nuestro territorio. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el nearshoring podría generar para México un ingreso adicional anual de entre 30,000 y 35,000 millones de dólares en exportaciones en 2025.

A pesar de este potencial, el crecimiento sostenido dependerá de cómo abordaremos “en casa” los desafíos que representa. Se deberá modernizar y expandir la infraestructura logística para responder al aumento en la demanda que genera el nearshoring. Nuestra ubicación deberá complementarse con corredores industriales bien conectados, puertos eficientes y cruces fronterizos modernizados. Por ejemplo, los puertos del Pacífico, como Manzanillo y Lázaro Cárdenas, requieren inversiones para reducir tiempos de espera y mejorar la conectividad al Bajío y el norte del país, donde se encuentran los principales complejos industriales. Los pasos fronterizos con Estados Unidos, particularmente en regiones como Tijuana y Laredo, necesitan tecnología avanzada para agilizar la inspección de mercancías y reducir cuellos de botella.

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Un sistema ferroviario más robusto y competitivo también puede ser un factor determinante para transportar mercancías a menor costo y con mayor rapidez.

El capital humano es un activo fundamental que no puede ser ignorado y debe evolucionar. Se requiere de una fuerza laboral capacitada en áreas como robótica, inteligencia artificial, logística avanzada y diseño de fabricación para satisfacer las exigencias de las industrias que buscan reubicarse en nuestro país.

Por otra parte, las inversiones relacionadas con el nearshoring solo llegarán si las empresas encuentran un entorno confiable para operar.

El T-MEC es una herramienta determinante en este sentido, ya que asegura reglas claras en el comercio con Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, los conflictos recientes en temas energéticos y de políticas laborales han enviado señales mixtas a los inversionistas. Resolver los desacuerdos de manera ágil y efectiva será fundamental para aprovechar las oportunidades que ofrece este modelo económico.

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La disponibilidad de energías limpias y asequibles es un requisito cada vez más relevante para las empresas globales.

Será necesario garantizar un suministro energético confiable, diversificar las fuentes y reducir costos. Esto no solo atraerá más inversiones, sino que también fortalecerá la competitividad del país frente a otros destinos como Vietnam o India.

El impacto del nearshoring no debe centrarse únicamente en los estados del norte y el Bajío, las regiones tradicionalmente más industrializadas. Extender los beneficios hacia el sur del país, a través de proyectos como el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, puede reducir las brechas de desigualdad y generar un crecimiento más inclusivo.

México tiene mucho para consolidarse como un destino clave en la relocalización global. Ahora, la expectativa es convertir estas ventajas en resultados concretos que impulsen la economía. La ventana de oportunidad está abierta, pero no lo estará para siempre.