Para mi querido Helios
Novak Djokovic ha ganado absolutamente todo. Estadísticamente es incuestionable que sus números lo sitúan como el mejor de la historia. Con 24 Grand Slams, con 50 semifinales de 74 oportunidades en Grand Slam, el único jugador que ha ganado todos los Masters 1000, el jugador con más semanas como número uno del ranking mundial, son credenciales más que suficientes para que cualquier espectador pagara lo que fuera para ver a una leyenda viviente en pista.
Pero a las leyendas vivientes como podría ser un Michael Jordan, un Tiger Woods, un Roger Federer o un Messi sería imposible que vivieran la escena que le sucedió esta madrugada a Novak Djokovic en el Abierto de Australia: ser abucheados por todo un estadio ante su retiro por una lesión, más aún cuando no estamos hablando de un jovencito, sino de un veterano que lleva más de 20 años en el Tour ganando todo.
Novak Djokovic venía de ser duramente cuestionado por los aficionados, analistas y hasta el propio Alcaraz, en su partido de cuartos de final ante el español, de haber fingido sentirse lesionado durante el primer set. Cuando Djokovic se “recuperó” asombrosamente de ese malestar o lesión, jugó de una manera espectacular para ganar los siguientes tres sets y llevarse el partido.
Dentro de ese partido, el propio Alcaraz al final del tercer lo imitó. Posterior al partido, ya en las entrevistas, Djokovic declaró que si hubiera perdido el segundo set de su match contra Alcaraz se hubiera retirado. Nadie le creyó.
Ya en su semifinal ahora contra Alexander Zverev, Djokovic llevó el primer set hasta la muerte súbita. En el 5-6 del tie-break Djokovic falló una bolea sencilla y con eso perdió el primer parcial. Ante el júbilo de los aficionados por llevarse Zverev ese primer set, Djokovic cruzó la red, le dio un abrazo al alemán, agarró sus cosas y se fue.
No es el coraje de haber pagado un ticket para ver solo un set, (que dicho sea de paso duró una hora con veinte minutos), tampoco el no perdonarle un retiro (porque cuando Zverev se rompió los ligamentos en aquella semifinal de Roland Garros contra Nadal, el público quedó consternado), es simple y llanamente que para el público en general, la percepción de Novak Djokovic es que ha sido, es y será un “costal de mañas”, un actor, un tenista que finge lesiones para meterse en la cabeza de sus rivales y jugar con su propia psicología. Afortunadamente para él, y desafortunadamente para sus rivales, casi siempre, por no decir siempre, le ha funcionado.
No dudo que los estudios médicos enmarquen ahora que efectivamente tuvo un posible desgarro, lo que quiero hacer evidente es que ya nadie le cree, aunque pudiera ser verdad. Y si ha llegado a eso, es que Novak Djokovic será admirado y respetado por todos sus logros y su calidad tenística, pero nunca será amado como lo fue Roger Federer o Rafael Nadal.
Djokovic tuvo que lidiar durante las 48 horas previas a su partido contra Alcaraz de que fingió su lesión como suele hacerlo siempre. Su comentario de que se hubiera retirado si perdía el segundo set todo mundo lo tomó a descaro, a burla. Y lidiar con toda esa ola de críticas que se le vinieron encima seguramente fue demasiado desgaste mental para el serbio, y en su “coraje” o “frustración” quiso cobrar factura a todo este entorno dejándoles ver que no estaba mintiendo y por eso se marchó de la pista de una manera hasta arrogante.
Si Djokovic ha pedido asistencia médica, se acuesta en la pista, lo masajean, le ponen hielo, después vuelve a su silla y empieza a llorar, para salir cojeando del estadio, probablemente lo hubiera hecho entre aplausos. Pero en la frustración que ya tenía, hizo exactamente lo contrario, sin mostrar el más mínimo dolor o molestia, tomó sus cosas y al salir del estadio de una manera hasta retadora, levantó los pulgares de sus manos hacia el público cuando los aficionados lo estaban abucheando.
Fue una manera tácita de decir “Para todos los que dudaron de que no me podía retirar si perdía un set, como lo dije contra Alcaraz, quédense sin espectáculo.” El público “perdió” el costo de un ticket, pero Djokovic perdió mucho más que una semifinal de Grand Slam.
Hoy queda claro que no importa lo que haga o gane Nole, nunca será suficiente y siempre será el malo de la película. Por supuesto tiene millones de seguidores, pero son menos a los detractores que hoy carga bajo su espalda.
Lo comenté cuando ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Paris, a dos de tres sets, Novak le puede ganar al mejor del mundo. Pero ganar siete partidos seguidos, a tres de cinco sets, que es lo que requiere un Grand Slam, no lo va a volver a hacer, más aún cuando Sinner y Alcaraz están en el pináculo de su carrera (no por nada entre ellos dos ganaron los cuatro Grand Slam del año pasado y en el primero de este 2025 todo apunta a que Sinner repetirá el Australian Open).
Probablemente a Djokovic le quede este año y su despedida será en el 2026. Jugará pocos torneos (no más de 10), y como Federer o Nadal, se convertirá en un empresario “exitoso” porque al final su nombre ya es una marca de records, de fortaleza física y mental, de manejo de estrés, de lucha contra la adversidad, de una alimentación sana, etc. Será reconocido cuando asista como espectador a cualquier estadio, todos buscarán una foto con él, será admirado, pero no amado. Y hoy Novak lo sabe, y ese dolor -sin duda- le ha dolido más que su lesión o su derrota contra Zverev. Como Serena Williams, se quedará con 24 Grand Slam y si ellos dos no pudieron llegar a los 25, nadie más lo podrá hacer.