Tanto a nivel nacional como internacional nos encontramos ante un cambio de paradigma en el que parece que la democracia liberal tradicional está siendo superada y que mucha gente considera demasiado reciente como para definirlo o describirlo. Sin embargo, decía Maquiavelo que “en todos los pueblos han existido y existen los mismos deseos y las mismas pasiones”, es decir, no hay nada nuevo bajo el sol.
Lo cierto es que, en el ámbito nacional, este año nos regaló muestras claras de un cambio de régimen por la vía democrática que representa el abandono de determinadas instituciones, es decir, una reestructuración del poder y, en algunos casos, un cambio en la élite que lo detenta.
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Esto significa que los valores que legitimaban al edificio del poder con anterioridad hoy ya no son relevantes. A manera de ejemplo, basta con mencionar que hemos abandonado el concepto original de poder judicial separado de los órganos integrados por personas electas por las mayorías que sirviera de control a estos, en pro de una versión que, en teoría, responderá mejor a los intereses del pueblo.
Por su parte, también vemos un cambio en la forma de entender la participación del Estado en la economía y la vida de las personas, que va desde la prohibición de los vapeadores, hasta la construcción y arrendamiento de vivienda del Estado, la generación de energía eléctrica sin fines de lucro, el replanteamiento de las concesiones ferroviarias entre muchas otras cosas.
Al mismo tiempo, se difuminó la línea entre la responsabilidad y la garantía de los derechos. Ya no queda claro quién es la autoridad encargada de garantizar la transparencia o la protección de los datos personales, también se generó un declive en la prestación de servicios de salud y en la seguridad, lo que en el sexenio pasado implicó la muerte de 300,000 mexicanos por COVID y 200,000 más fueron víctimas de homicidio, dando un total de medio millón de muertes por la acción gubernamental insuficiente en estos dos rubros, a pesar de lo cual, no tuvieron un desgaste electoral.
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Por último, dejó de existir competencia política porque los partidos de oposición dejaron de representar una opción atractiva para muchos mexicanos, lo que le otorga a Morena un monopolio casi completo de la arena política, con mayorías calificadas en ambas cámaras, la presidencia de la República y 23 gubernaturas.
Volviendo a la cita del principio, lo que vemos hoy es a una población que decidió que el arreglo institucional que tuvo las últimas décadas no le gustaba y buscó una alternativa en quienes les prometieron acabar con los culpables de las cosas que lo tenían inconformes, es decir, nada nuevo bajo el sol, el problema de hoy es que ahora que ya no están los culpables anteriores ¿Generarán un mejor arreglo institucional? y, de no hacerlo ¿Qué alternativa existirá a ellos? Estas preguntas se responderán en 2025.
Felices fiestas a todos y les agradezco por leer esta columna durante este año.