Un mundo de silencio

1 de Diciembre de 2024

María Idalia Gómez
María Idalia Gómez

Un mundo de silencio

maria idalia gomez

El hospital Central Militar está a su máxima capacidad de pacientes con Covid-19. No es el único de los que atiende el Ejército y que ya no tiene cupo. Nadie lo dice, está prohibido, a pesar de que el personal de salud del Ejército y la Marina también están en el frente de guerra contra el virus.

Pero el silencio no sólo es una orden militar, va más allá. Luchar contra el virus es “vivir en un mundo de silencio”. La razón es simple, pero su impacto es profundo. Al ponerse el traje de protección ya no se escucha nada, las palabras, las sonrisas o gritos no caben, ni siquiera se percibe el sonido del ventilador. Y aunque quisieras gritar, nadie escucharía. Covid es una guerra en soledad y silencio, que no te deja pensar.

Algunos afanadores, camilleros, personal de enfermería y médicos me han mostrado sus fotos con el equipo puesto, irreconocibles, podrían ser cualquiera, sólo los distingue el nombre, su nombre, que llevan pegado al traje. Y cuando ya se quitan toda la protección, todos tienen alguna o varias huellas en el rostro, las marcas, que la combinación del sudor y lo apretado de los lentes por tantas horas les están dejando, en algunos son pequeñas llagas o lunares que brotan, y en otros manchas más grandes que dan comezón y que no saben si algún día se quitarán.

Mientras escucho sus historias me doy cuenta que poco se ha contado del personal militar. Ni siquiera sabemos qué número del personal ha muerto por el nuevo coronavirus, sea por servir en los hospitales, repartir el equipo o insumos en el país, o resguardar instalaciones críticas. Mucho menos el gobierno ha dicho cuántos trabajan en esta tarea, qué hacen o dónde están, sin duda una gran falta de la política y el poder civil.

Todos con quienes hablo llevan mínimo 100 días y unos más de 170, en área Covid-19. Y todos están agotados. No sólo por las tres o cinco horas que se pueden pasar, sin parar, dentro del equipo de protección que te hace sudar hasta empaparte y sentirte invariablemente mareado por la falta de líquidos; así, el mayor agotamiento no es físico, en realidad es por la frustración que provoca esta enfermedad, “como si nunca hubieras ido a la escuela”, como si 10, 20 o 30 años de experiencia no sirvieran de algo. Covid-19 “nos tiene a ciegas a todos”.

Todos dicen, está desbordada la atención hospitalaria, los números en este momento no reflejan la realidad. Hay días, en una noche concurrida, que han llegado hasta 20 o 30 pacientes Covid-19, aseguran, y no hay suficiente capacidad.

En varios hospitales que tuvo que hacerse cargo el Ejército o participar con bastante personal, como el de Coatzacoalcos, Veracruz, no hay el equipo suficiente. En ese, por ejemplo, hay unos cuantos ventiladores y ni siquiera terminaron el área de laboratorio, así que las muestras se trasladan como se puede y los diagnósticos son lentos y se basa más en la experiencia médica que en resultados químicos que no tienen rápido.

El equipo de salud militar trabaja a marchas forzadas, lo mismo que los médicos de hospitales públicos, pese a ese esfuerzo, el gobierno federal y el de la Ciudad de México ha tenido miedo de imponer restricciones obligatorias ante la irresponsabilidad de la población. Pero que no se olvide, la Constitución obliga al Estado garantizar la atención a la salud y su protección, y tal parece que están dispuestos a asumir el precio de no cumplirlo, en estos albores de los momentos críticos que, parece, se avecinan.