El uniforme parece prácticamente militar. Sólo ojos expertos podrían notar la diferencia entre el que portan estos hombres jóvenes y el oficial. Sería difícil, incluso de noche en un retén, pensar que no se trata de elementos del instituto castrense.
En numerosos casos, hemos visto en los medios de comunicación frases como “vestían ropas tipo militar”. Ahora es diferente, y de manera alarmante. No sólo se trata de la vestimenta, sino del equipo cuidadosamente elegido. Además de las botas y los colores beige, que incluyen una bandera mexicana en el brazo, el casco y el arma larga, también portan un radio con la frecuencia oficial.
La actitud es el cambio más interesante. El líder de una célula, en un video reciente, ya no es desafiante y grosero, respaldado por un arma y un grupo bien armado. Ahora usa un lenguaje fluido, claro, incluso atento y con más autoridad. El cambio de palabras proyecta una evolución. Ahora, en lugar de llamar al líder del grupo criminal “patrón” o “jefe”, se refieren a él como “empresario”.
Este grupo de civiles armados, por cierto, tienen algunos escudos y han construido una estructura jerárquica en la que se obtienen ascensos siguiendo órdenes con disciplina, aseguran. Su evolución ha permitido distinguir entre la autoridad real y los clones, y más porque la información que se tiene en Estados Unidos es que el Cártel del Golfo, en asociación a otro, han ofrecido pacificar el país. A cambio, operarán
sin atentar contra la sociedad.
Esto significaría que tomarán (o ya tomaron) el control de algunos territorios y se asumen como autoridades y de alguna forma de paz. Para las agencias estadounidenses esto anuncia una guerra en nuestro país. A nivel político, en territorio estadounidense, los republicanos insisten en la seguridad de la frontera ante el desplazamiento de estos grupos criminales con comportamiento terroristas. Y aunque el gobierno de Joe Biden no lo reconoce así, al menos públicamente, ha hecho movimientos que apuntan por esa ruta.
El más reciente ocurrió en Guatemala, un territorio que preocupa mucho al gobierno estadounidense, pues su frontera en realidad allí comienza, y los casos de corrupción estaban facilitando el que se fueran incrustando grupos criminales trasnacionales. Demasiados intereses de la élite política estaban abriendo espacios para legalizar recursos provenientes del narcotráfico y del tráfico de personas.
La llegada de Bernardo Arévalo al poder, es considerado el inicio de una ruta de confianza y trabajo conjunto para limpiar la corrupción y, con ello, todo tipo de operaciones ilegales. Y va más allá. La presencia de chinos y rusos en Centroamérica es otro de los temas de la agenda con el gobierno guatemalteco.
En este contexto, el nombramiento de Tobin Bradley como nuevo embajador de Estados Unidos en Guatemala es otro de los movimientos que muestran la agenda y el tratamiento que el gobierno de Joe Biden tendrá en la región, y se podría decir que sí considera terroristas a los narcotraficantes, y preocupa mucho su alianza con rusos y chinos. Bradley, apodado Toby, es uno de los funcionarios más actualizados dentro de la trama del crimen organizado en el mundo y en geopolítica.
Ha ocupado cargos clave en la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INL), fue responsable del Plan Mérida, cónsul en Matamoros, Tamaulipas, y director para la OTAN y Europa Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
Un dato más: Bradley comprende lo que ocurre en la región de Oriente y Asia, ha estado allí. Así que la mirada estadounidense sobre lo que ocurre con los grupos criminales en América es mucho más allá de verlos como “narcos”.
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