La influencia del secretario de la Defensa Cresencio Sandoval sobre el presidente Andrés Manuel López Obrador es bastante conocida y comentada, dentro y fuera de Palacio Nacional, pero lo que aún no es claro es la cantidad de tensiones que esa relación está generando internamente, entre varios colaboradores, dentro del propio Ejército, con la Marina y hasta con la Fiscalía General de la República (FGR).
El mandatario se siente, lo comenta a menudo, satisfecho con el trabajo de los militares y con lo que él percibe como su gran lealtad. Aseguran que confía en el secretario y en su equipo, le consulta muchas asuntos , no sólo de seguridad, pues confía en la información que tiene, la experiencia y objetividad. Ha puesto a prueba, sin proponérselo, su lealtad y el general Sandoval, ha salido victorioso. Incluso en los momentos más tensos, en los que el grupo más radical del Ejército, generales jubilados y en activo, exigieron una actuación del gobierno frente a la detención del general Salvador Cienfuegos en Estados Unidos. La liberación del general en retiro, ayudó a eliminar algunas de las barreras que habían impuesto los más tradicionalistas militares, también han abonado los reiterados discursos de López Obrador sobre el servicio a la patria y expresiones en defensa a favor de los cuerpos armados. Pero aún no los tiene de su lado, y están en disonancia con el que acepte todo Sandoval.
Aunque otro elemento que ha despresurizado las críticas y malestares al interior del Ejército, han sido todos los recursos económicos proporcionados y que han mejorado los servicios internos hasta sus uniformes. Han requerido de tanto personal para cubrir plazas en las diferentes tareas, que muchos de los jubilados, se han reincorporado sin perder sus derechos de retiro.
Si el presidente López Obrador comenzó a molestarse con el Grupo Interdisciplinario de Expertas y Expertos Independientes (GIEI) para el caso Ayotzinapa, fue el llevar el caso hacia el Ejército sin ofrecer pruebas en su contra, sólo suposiciones. Hasta que apareció el video en el que aparecen elementos de la Marina en el basurero de Cocula, donde se podrían haber sido incinerados una parte de los estudiantes. En ese momento, el mandatario pidió a los navales que lo aclararan y se sembró la duda.
Incluso el Presidente no ha escuchado las alertas sobre posible corrupción del general Gustavo Ricardo Vallejo, quien se ha encargado de la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles y fue enviado a la obra del Tren Maya. Por ahora mantiene la confianza de López Obrador, pero no la cercanía del secretario.
Aunque la Marina está más distante del Presidente, se ha quedado con tareas, menos visibles pero en extremos sensibles, algo que no ha sido del agrado, aseguran, de grupos de la Defensa. De allí que surjan pequeños golpes al trabajo de almirantes y la institución.
El secretario de la Marina, José Rafael Ojeda Durán, no es un hombre al que le gusten los reflectores ni mantenerse en contacto permanente con Palacio Nacional. Incluso aseguran que no quería asumir la seguridad de los aeropuertos ni toda la responsabilidad de aduanas y puertos, porque ni siquiera tenía el personal suficiente, para lograrlo más o menos, debió llamara a sus compañeros en retiro, con trayectoria y experiencia, para que se incorporaran en muchas de esas tareas.
Su llegada a esos lugares, habría sido más por una sugerencia al Presidente de no concentrar todo el poder y control de la seguridad en el Ejército, y porque varias agencias internacionales hablaron bien de su trabajo, no sólo las estadounidenses. Así que ahora los elementos navales, tienen igual o más poder que el Ejército, aunque no tanto dinero. Las diferencias de personalidad, entre el general y el almirante, no le ha favorecido al segundo, para mantenerse permanentemente en el ánimo del presidente López Obrador para la toma de decisiones.