Cuando comenzaba el nuevo milenio, los casos de periodistas asesinados, amenazados o desparecidos, en todas las Américas, sus autores se encontraban en gobiernos o empresarios corruptos, resabios de las dictaduras o guerrillas, y algunos de criminales. Se atendían los casos que poco a poco iban creciendo, sorda y lentamente, pero los temas de la agenda de libertad de expresión transitaban más por la transparencia, la rendición de cuentas y la libertad, buscando mayor compromiso de medios y Estados en la Declaración de Chapultepec y luego, en México, en lo que sería el Grupo Oaxaca.
En marzo cumplirá 30 años la Declaración de Chapultepec, y se hace necesario reflexionar en su contenido y los alcances de sus 10 principios, y valorarla a la luz de estos nuevos tiempos, pues nos compromete a ver la información como un servicio a la sociedad y compromete a la transparencia de toda entidad de gobierno y a la no persecución de los periodistas y medios.
Y el Grupo Oaxaca, que es ligeramente más joven (mayo 2001), también se hace indispensable recordar su proceso de conformación y cómo fue el principal reducto que dio vida a la Ley de Transparencia, porque en estos tiempos de polarización, de tanto hígado que llena planas e intereses que no alcanzan a dimensionarse, especialmente aquellos que atacan hoy la libertad de expresión y el ejercicio libre de la información.
El periodista Roberto Rock relata, en el libro “La Agenda Democrática del Grupo Oaxaca: Balance y Futuro”, editado por el INAI, que “en febrero de 2001, por convocatoria del diario El Universal y con apoyo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), una veintena de medios de comunicación se reunieron en la Ciudad de México para deliberar sobre los cambios que requería el país a la luz de la transición democrática. Un largo compendio, con una docena de propuestas, fue presentado en esa ocasión y publicado, simultáneamente y a doble plana, por los medios ahí representados. Entre sus propuestas, se incluía impulsar una legislación a favor del acceso a la información pública. Una característica de ese encuentro fue que dio pie a un nuevo episodio de desencuentros entre periodistas y académicos. Se trataba de un no-diálogo que había dominado por años ambas esferas, por prejuicios mutuos y una larga historia de agravios menores”.
Y continúa narrando el ahora presidente de la SIP que Luis Javier Solana, “actor clave en la aprobación constitucional en 1977 del concepto del derecho a la información” siendo entonces funcionario de la presidencia en la administración de José López Portillo, figuraba en ese 2001 como asesor de la dirección general de El Universal, así que se dio a la tarea de tender puentes y encontrar coincidencias entre los medios y la academia, lo que tuvo como resultado lograr una convocatoria para mayo de ese 2001 a una nueva reunión, con la participación de medios y la academia, en la ciudad de Oaxaca. Con el acuerdo inicial de que ambas partes deliberaríamos sobre una única demanda y centraríamos el trabajo futuro en ese eje. En su momento, Miguel Treviño, que entonces representaba al Grupo Reforma, fue clave para que el esfuerzo se enfocara en el tema de la transparencia.
“Tras esa reunión, en una cafetería del hotel sede, confeccionamos una lista en una libreta de taquigrafía. Surgieron los nombres de académicos expertos en el tema y que ahí, sin más preámbulo, asumieron un compromiso: Juan Francisco Escobedo, Ernesto Villanueva e Issa Luna, de la Universidad Iberoamericana; Salvador Nava, de la Universidad Anáhuac y Jorge Islas, de la Facultad de Derecho de la UNAM. Por los medios, los citados fueron Luis Javier Solana de El Universal; Miguel Treviño del Grupo Reforma; Jenaro Villamil, de La Jornada; Luis Ernesto Salomón, de El Informador de Guadalajara, y el que esto escribe, Roberto Rock, por El Universal. Fue en esta dinámica y en esta atmósfera que surgió el Grupo Oaxaca. Fue una singular convergencia entre diversos actores, en ámbitos no solo variados sino de alguna manera, discordantes”.
A esto hay que sumar el trabajo incesante que la SIP ha dado en México y que dio vida a la fiscalía especial para casos de periodistas, y todas las iniciativas de entrenamiento, de misiones y trabajo persistente a favor de los periodistas y un trabajo libre y seguro.
Hace 20 años conocí y tuve el privilegio de trabajar con Ricardo Trotti, hoy a punto de retirarse de la SIP, su trabajo y de todo el equipo que ha dirigido, demuestra que los liderazgos importan y mucho, en el caso de Trotti mostró en todo este tiempo que la inteligencia y el persistente compromiso con el ejercicio en las Américas de un periodismo de calidad, riguroso, con ética y con la fuerza de su seguridad, exigiendo el compromiso y la rendición de cuentas a los Estados, sí es transformador porque fortalece el ejercicio democrático. Necesitamos esas personas, esas mentes, esos liderazgos. ¡Gracias por lo que a mi toca!