El fiscal Alejandro Gertz Manero siempre ha sido un artista del ardid y ha corrido con suerte. Eso piensan sobre el funcionario varios abogados que en algún tiempo de su vida fueron sus amigos o trabajaron cerca de él en seguridad pública o el legislativo. Y más de una decena de esos sus ahora examigos se sienten de alguna forma traicionados y todos tienen alguna historia que contar.
Trató de construir, con los años, una imagen de especialista en derecho, de hombre de ética casi perseguido por eso y por su efectividad de luchar contra los malos o los conservadores (que están de moda). Hay quienes le han creído o todavía le creen, pero ya no son muchos, porque ni los hechos ni las estadísticas sobre su trayectoria y lo que le ha hecho a las instituciones respaldan esa imagen.
Por eso el ahora fiscal tiene que alzar la voz y encontrar frases domingueras para destacar; como la que soltó en 2020: “se acabó la verdad histórica (en el caso Ayotzinapa)”; o la que le dijo a La Jornada sobre el mismo caso: “Nosotros ya sabemos lo que pasó, sabemos quiénes fueron los que lo ordenaron, lo taparon, lo modificaron e hicieron lo que hicieron. Ya todos sabemos qué fue lo que pasó”. Y tras decir eso hace dos años, los papás no saben, ni los ciudadanos, ni el caso refleja que se puede probar qué paso con los 43 estudiantes.
Pero no es la primera vez, lo hizo en cada cargo público que ocupó. Lo que es extraño es que el presidente Andrés Manuel López Obrador le crea su versión de que “intereses espurios de grupos” a los que investiga la Fiscalía, son los que lo atacan, como dijo en esta semana el fiscal en su recorrido de medios, y antes fueron otros intereses, siempre incomprendido y perseguido. Hay otras dos opciones, que el mandatario lo respalde porque lo necesita para los trabajos sucios o ya quedó atrapado en las redes del astuto Alejandro Gertz y por eso le permite lo que sea, incluso hasta dinamitar su discurso contra la corrupción.
Gertz Manero dice que ningún caso se le ha caído, alza la voz, lanza un sermón, y luego se envuelve en el “sigilo” que le impide hablar más. Pero lo real es que no ha podido enjuiciar al grupo de legisladores que recibieron dinero a cambio de votar a favor de las reformas del entonces presidente Enrique Peña Nieto; ni ha encarcelado a todos los que participaron en el andamiaje de corrupción de Odebrecht; ya exoneró ya al gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca; y no ha avanzado en ninguna de las denuncias presentadas por la Función Pública y la Auditoría Superior de la Federación sobre corrupción pasada y presente; ni a los que armaron los contratos abusivos de Pemex, CFE o de prisiones, que se supone han sido denunciados según los titulares de cada dependencia. La lista continúa.
Qué hizo Gertz Manero esta semana, después de que quedó en evidencia en el uso personal de los recursos públicos, inició algo parecido a una operación de bandera falsa, construyendo acciones, reales y simuladas, para culpar a quienes le estorban o para desviar la atención de su propia responsabilidad.
Evitó dar explicaciones sobre el contenido de la grabación, sólo dijo que estaba editada, y concentró la atención en el espionaje, el cual sólo muestra que no tiene un adecuado sistema de seguridad. Luego mintió para desviar la atención y tratar de desacreditar al ministro Alberto Pérez Dayán, que se ha atrevido a no opinar igual que el fiscal y sustentar una resolución que será discutida la próxima semana.
Y mandó los mensajes debidos, a aquellos tres o cuatro ministros que aseguró el titular de la FGR “están con nosotros”; es decir, sus empleados por miedo, servilismo, complicidad… Y así él se glorificó y sembró una manzana podrida en esos tres o cuatro ministros.