La Fiscalía General de la República transita internamente por una tormenta con rasgos de huracán, que ha intentado mantener bajo control su titular Alejandro Gertz Manero, pero no cuenta con el personal leal y de confianza suficiente para conseguirlo.
Los rumores sobre la salida del fiscal Gertz comenzaron un año después de haber llegado al cargo, porque evitaba el contacto con el personal y no se mostraba el control de las oficinas, e incluso la parálisis en varias áreas era común. Esos mismos comentarios se han intensificado, pero ahora desde su equipo más cercano, quienes temen que ya comenzó la cuenta regresiva.
En Palacio Nacional no se considera su salida por ahora, pero es cierto que las quejas del presidente Andrés Manuel López Obrador en torno al trabajo de la Fiscalía se han incrementado, por la lentitud de los casos, por la falta de acercamientos con el Ejército y la Marina, por las quejas constantes de autoridades estatales que no reciben apoyo o al menos atención, y porque áreas como la Función Pública y la Unidad de Inteligencia Financiera reprochan que los casos de corrupción avanzan demasiado lento.
Aseguran que Gertz Manero y su equipo más cercano, que no supera las 10 personas, desconfían del trabajo de las distintas áreas y constantemente les recuerdan que la ley les hace responsables de sus acciones y omisiones, y no al fiscal. Esto ha provocado que varios funcionarios se jubilen —porque no sienten respaldo institucional ni interés de sus jefes por su trabajo ni por lo que les ocurra, como en la pandemia, cuando poco apoyo se dio a los familiares de quienes enfermaron o murieron por Covid-19—, pero también que otros hagan el trabajo necesario o investiguen e integren expedientes con mayor cuidado, o más bien temor.
A ese equipo del fiscal le atribuyen los constantes rumores que señalan a diferentes áreas y que varían de semana en semana, de “apoyar” a los detractores de Gertz Manero, dándoles información interna o entorpeciendo el trabajo. No hay semana en que se dé algún nuevo comentario en ese tono. Incluso se refieren a periodistas y columnistas como “personeros pagados”, al servicio del titular de la UIF, Santiago Nieto, o de agencias de seguridad estadounidenses, y de gobiernos locales, entre otros.
Las áreas administrativas están más preocupadas en qué se pueden ahorrar recursos que van desde tinta, hojas, gasolina o papel de baño. Funcionarios de diferentes áreas y niveles aseguran que la capacitación y hasta la supervisión han disminuido. Y las descalificaciones a funcionarios son el pan de cada día.
En suma, hay un ambiente fracturado al interior de la Fiscalía General de la República.
Se sabe que hay tres áreas que no están en el ánimo del fiscal Gertz, al menos eso aseguran sus cercanos. La de Derechos Humanos, que dirige Sara Irene Herrerías; el Centro Nacional de Planeación, Análisis e Información contra la Delincuencia (Cenapi), a cargo de Óscar Santiago Quintos, y el Instituto Nacional de Ciencias Penales, que ha quedado sin titular. Todas marcadas por sus pocos resultados, aseguran.
Esta fractura interna abrió más la puerta a la corrupción interna y la traición, y al mismo tiempo para que el fiscal se quede solo, es por eso que aseguran que de no modificar el rumbo, comenzó la cuenta regresiva para su salida.
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